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Siguió apretando el gatillo, y los tiros hicieron desaparecer á aquellos facinerosos, unos corriendo, otros balanceándose dolorosamente, mientras de las callejuelas cercanas empezaba á salir gente. Mina se arrodilló junto á su marido. ¡Oh, Lionel! ¡Mi rey!... ¿Te han matado? Cuando, semanas después, pudieron salir de Marsella, la vida conyugal era otra.

22 Y mirad bien que no hagáis error en esto, ¿por qué habrá de crecer el daño para perjuicio de los reyes? 23 Entonces, cuando el traslado de la carta del rey Artajerjes fue leído delante de Rehum, y de Simsai escriba, y sus compañeros, fueron prestamente a Jerusalén a los judíos, y les hicieron cesar con poder y fuerza.

Cierto que sospechaba; pero la noticia, dada así con tales detalles, como el pelo negro, el número de la casa, era un jicarazo tremendo. Desde aquel aciago instante, ya no se enteró de lo que en la calle ocurría. El Rey pasó, y Jacinta le vio confusa y vagamente, entre la agitación de la multitud y el tururú de tantas cornetas y músicas.

Pues si se había hecho la revolución y la Unión del Norte, y todo, sería para que tuviésemos igualdad, que si no, bien pudieron las cosas quedarse como estaban.... Lo malo era que nos mandase ese rey italiano, ese Macarronini, que daba al traste con la libertad.... Pero iba a caer, y ya no cabía duda, llegaba la república. Con estos pensamientos entretenía las horas de trabajo en la Fábrica.

33 Así les dio Moisés a los hijos de Gad y a los hijos de Rubén, y a la media tribu de Manasés hijo de José, el reino de Sehón rey amorreo, y el reino de Og rey de Basán, la tierra con sus ciudades y términos, las ciudades de la tierra alrededor. 34 Y los hijos de Gad edificaron a Dibón, y a Atarot, y a Aroer, 35 y a Atarot-sofán, y a Jazer, y a Jogbeha,

Siendo este Rey el que escribió el ordenamiento de lo que debia egecutarse en las coronaciones de los reyes, no es de presumir omitiese ninguna solemnidad.

Opusose luego á Cárlos su mayor y mas vecino enemigo, al Papa que amparaba y defendia su causa, y al Rey Don Jaime, que de hermano se le declaró enemigo, cuyas fuerzas juntas le acometieron y vencieron en batalla naval, con que la guerra se tuvo por acabada, y Don Fadrique por perdido.

¿Qué tontería es esa, muchacha? dijo el General. El Rey está en el castillo, herido. A que no. Herido , pero está allí, con el conde Federico, y no en el castillo insistió la moza. ¿Está en dos lugares a la vez, o es que hay dos Reyes? preguntó Flavia sorprendida. ¿Cómo sabes que está allí?

¿No te conmueve mi propio peligro? Como continuase muda, acerqué mi rostro al suyo, que procuraba ocultar a mis miradas y vi que tenía los ojos llenos de lágrimas. ¿Lloras porque corro peligro? Te portas ahora como solías ser antes, pero no como el Rey... como el Rey que yo había aprendido a amar. Lancé un gemido y la estreché sobre mi corazón.

Su cara grande y redonda, su frente huesuda, su melena rebelde, aunque corta, el fuego de sus ojos, sus gruesas manos, habían sido motivo para que dijeran de él: «es un león negro». En efecto parecía un león, y como el rey de los animales, no dejaba de manifestar a cada momento la estimación en que a mismo se tenía.