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No tiene fuego; su cumbre está violada, su entraña carcomida, perdió el Coloso vida, de tanta vida en flor, como extirpara luego, y loco de vergüenza y de arrepentimiento, va hundiéndose, va hundiéndose, la mismo que un perfume deshecho por el viento; reuniéndose; plegándose como una multitud plegárase en un templo, o como van los pájaros enfermos a su nido, para gemir: ¡Oh, Césares, miraos en mi ejemplo! para gritar: ¡Oh fuertes, yo muero arrepentido...!

Y como sus enemigos resultaban mucho más numerosos, le vencieron en una batalla campal á las puertas de esta ciudad, que entonces se llamaba Mildendo, reuniéndose después en congreso diplomático para decidir su futura suerte.

En algunos puntos brota del suelo agua termal, que, reuniéndose, da origen á un arroyo; algunas mujeres se ocupaban en cocer su comida tomando agua del manantial con una red de trozos de caladium; el agua está próxima al punto de ebullición.

No proclame su triunfo; Baugrand no ha venido hoy, pero mañana... ¡Ah, ésta es buena! mañana, es el porvenir, y el porvenir es de Dios, según dice el poeta. María Teresa se sonrió, y reuniéndose al grupo de sus amigos, Martholl y ella llegaron en el instante en que Platel declamaba a la linda Mabel d'Ornay: ¡Qué deliciosa vida llevamos!

Generalmente se hacía reuniéndose los presidentes y secretarios de los colegios, y apuntando en las actas el número de votos que se les antojaba. La razón de esto, era que Sarrió siempre había sido una villa comercial donde cada uno podía ganarse la subsistencia sin recurrir a los empleos del Estado.

Dirigíase apresuradamente al sepulcro con el vivo afán de confundir en un solo pensamiento las imágenes tutelares de la muerta y de la ausente, cuando sus ojos sintieron un deslumbramiento: en el muro funerario, junto a los esqueletos de las guirnaldas votivas que habían ido reuniéndose allí una tras otra, una gran corona alba lucía como una aureola.

Pero usted no morirá añadió golpeándose el pecho . Me lo dice el corazón. Poco después de salir el sol, varios hombres fueron reuniéndose en una pradera de hierba rala vecina al río. Tenía por límite unos sauces viejos y con las raíces medio descubiertas, que se inclinaban moribundos sobre la corriente, como si de un momento á otro fueran á dejarse caer en ella. El lugar era triste.

El sábado, a la caída de la tarde, era la gran fiesta en el navío. Rezábase la salve «y otras prosas», como decía Colón en su diario. Se improvisaba un altar con imágenes y velas encendidas, reuniéndose ante él tripulantes y pasajeros. ¿Somos aquí todos? preguntaba el maestre. Dios sea con nosotros respondía a coro la gente.

Los que habitaban hoteles lujosos iban á instalarse en «villas» y chalets de los alrededores; los pobres, cansados del rancho del matadero, se enganchaban para trabajar en obras públicas del interior. Aún quedaban muchos en Barcelona, reuniéndose en determinadas cervecerías para leer los periódicos de su patria y hablar misteriosamente de los trabajos de la guerra.

Fuese por esta razón o por otras, no tardó en buscar lugares más recónditos para las entrevistas, a donde cada cual iba por su lado, no reuniéndose hasta estar al abrigo de ojos indiscretos. Uno de estos sitios era una especie de merendero unido a una fábrica de gaseosa, bebida muy favorita de las cigarreras.