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Y diga usted, padre tirano, ¿por qué no la divierte usted un poco mas? ¿Está bien hecho que a usted se le vea en todos los teatros, bailes y reuniones y tenga encerrada a esta niña preciosa? ¿O es que se le figura que tenemos más gusto en verle a usted que a ella? El pobre Pinedo sintió un estremecimiento de dolor que trató de ocultar.

De todas maneras, llegó a haber motivos muy considerables para que, aun sin contar con aquella su natural inclinación, consagrara más hondo, interés a sus reuniones de confianza, que a las ruidosas solemnidades del «gran mundo».

Para todas estas fiestas se construye de cañas y ramaje un emparrado, á cuya sombra se pasa el día. Durante la cuaresma no se come carne, mas esto no obsta para que continúen las reuniones indias, sustituyendo en lugar de aquella pescados y gulays. El tapatan nang pasion, da origen á una cena. A esta preceden costumbres altamente curiosas.

Era preciso que este sentimiento fuese innato en mi, porque después de asistir a dos o tres reuniones conocía todos sus detalles, astucias y matices. Quisiera ser predicador, nada más que para predicar la coquetería a mi auditorio y rehusar la absolución a las penitentes sin talento para dedicarse a tan encantador pasatiempo.

D. Francisco iba a estas reuniones con su mujer; pero últimamente se sentía tan fatigado que Rosalía tuvo que ir sola con Paquito. En Mayo, la proximidad de los exámenes obligaba al discreto joven a no desamparar sus estudios, y entonces acompañaba a su mamá hasta el portal de la casa de Tellería, volviéndose a la suya y a la fatiga de sus libros.

Sus reuniones son hacia los polos, en los desiertos ancones de la Groenlandia, en medio de la bruma del estrecho de Behring, é indudablemente también en el tibio mar descubierto junto al mismo polo. ¿Se volverá á encontrar ese mar?

Cierto: faltan la intimidad de las provincias, el roce continuo, ciertas reuniones de confianza.... Y a propósito: creo haber entendido que pensaba usted dar algunas. ¡Es usted el mismo demonio! saltó don Simón, admirado de que también le hubiese leído su segundo pensamiento. ¿Luego es cierto? Pshé... volvió a responder el pobre hombre, sonriendo de gusto.

Lejos, pues, de sentir temor ni pesar por esto, crecieron sus ánimos con el peligro que corría, lo cual fue para ella señal evidente de que el favor del cielo la acompañaba, y enfrascose cada vez más en la empresa de los conspiradores, acudiendo a sus reuniones y sirviéndoles con celo y entusiasmo en todo lo que podía.

Los residentes de Montevideo que tengan pretensiones sociales no se atreven a visitar esta incomparable playa excepto en esos dos días especiales en que en el gran muelle que penetra en el mar, desde el frente del hotel, se efectúan espléndidas y gratísimas reuniones durante el día y la noche.

En ese tiempo encontró a María Teresa. Fue en casa de una de las parientas de su madre; en el de una condesa que figuraba entre las veneradas «tías» del marido de Lola. Iba a estas reuniones Fernando cuando de cinco a siete de la tarde no encontraba mejor distracción a su aburrimiento.