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Pero si las leyes providenciales ó fatales, por cuya virtud se ordenan los acontecimientos humanos, hacen que el Dios Término retroceda, no por eso España ha de creer menoscabada su honra. Antes pudiera salir del mal el bien, y acrecentarse la honra de España, si, por ejemplo, las dieciséis ó diecisiete Repúblicas que han nacido de su seno, llegasen á estar florecientes y poderosas.

Y no es el interés quien la impulsa, sino una obligación sagrada. No podemos consentir en que retroceda á la barbarie lo que durante cuatro siglos hemos cuidado con amor y cultivado con esmero, ni podemos consentir en que desaparezcan de Cuba los hombres de nuestra lengua y casta, por ingratos y discolos que sean, para que se extiendan y dominen en ella los anglo-americanos.

Hasta confío aún en que la masa del pueblo de la Unión vuelva en , retroceda del camino por que quieren lanzarla, se llene de honrados escrúpulos, y vea y note cuanto hay de cobarde, de ruín y alevoso, en querer aprovecharse para humillarnos de nuestra verdadera ó aparente postración y de los disturbios que nos abruman.

Por mucho que retroceda a través de esos recuerdos tan insignificantes en su origen, tan tumultuosos más adelante, cuyo curso remonto no sin cierta dificultad, encuentro siempre en sus acostumbrados sitios, alrededor de la mesa de tapete verde, a la luz de las lámparas, aquellos tres rostros juveniles sonrientes entonces, sin la más leve sombra de una preocupación real, y que tanto y de tan diversas maneras debían entristecer algún día, pasiones y pesadumbres; la pequeña Julia con salvajismos de niño mimado; Magdalena todavía colegiala a medias; Oliverio conversador, distraído, elegante sin pretenderlo, atildado, vestido con gusto en una época y en un medio en donde los muchachos eran ataviados lo peor posible, manejando las cartas con viveza, rápidamente, con el aplomo de un hombre que ha de jugar mucho, sabiendo lo que hace, y de pronto diez veces en dos horas tirando los naipes bostezando, diciendo: «me aburro» y yendo a ocultarse en un rincón cualquiera.

Hoy, por el contrario, faltos de fe los jesuítas y engañados por el pesimismo, imaginan sin duda que la civilización ha descarrilado, que se ha extraviado, saliendo de la senda que debía seguir, y en vez de ponerse delante y servir de guía, se han puesto á la zaga y hacen todos los posibles esfuerzos porque ceje y retroceda hacia un punto absurdo y fantástico que jamás existió y con el que ellos sueñan.