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A cada frase daba un paso hacia ella, amenazándola con el retrato. Ya Isidora se había serenado bastante, y no veía las cosas tan tétricamente como antes.

Pasó un cuarto de hora, que le pareció a ella un cuarto de siglo, y en pie siempre ante el retrato, sintió abrirse a su espalda la mampara de las habitaciones de la reina; volvióse vivamente y vio que la mampara se volvía a cerrar y quedaba medio abierta, como si el que fuera a salir se hubiese detenido de repente.

Roberto ve el retrato y se enfurece sobremanera; pero su astuta hermana le dice que su criada lo ha encontrado en la calle, y Ramón en seguida, convertido en pregonero, publica la pérdida del retrato, desvaneciendo las sospechas de Roberto.

Al tratar de la colección del ilustre Veinticuatro sevillano, dice lo siguiente: "El retrato de Monardes existía en Sevilla en el Museo de Gonzalo Argote de Molina. Este museo, continúa Castro, fué uno de los primeros de Europa en aquel tiempo, y tal vez, el único de España.

Al día siguiente vuelve Peribáñez: ha visto en Toledo en el taller de un pintor un retrato de su Casilda, hecho, según averigua, por orden del comendador, aunque ignorándolo la retratada.

¿Dónde está, dónde está esa Gaceta? Al punto corrieron el Marqués y D. José María a la habitación inmediata. La Marquesa, que no había parado mientes en mi persona aunque le hice reverencias muy profundas, acercóse a su sobrina, y mostrándole un medallón que en la mano traía, le dijo: ¿Te gusta? ¿No es verdad que está parecido? El pintor ha hecho un hermoso retrato.

Las picas de un escuadrón de lanceros brillaban á lo lejos, y delante de esta tropa estaba, el Capitán General de Madrid, á caballo, esperando con grande aplomo y entereza. Este hombre avanzó seguido de dos ó tres, y señalando con el sable, intimó la orden de retirada á los del retrato. Hubo una rápida consulta de miradas entre éstos.

Pero a pesar de esta insinuación, la señora de Montauron no prosiguió, porque aunque Fabrice había conservado su sangre fría, comprendió la señora, considerada la palidez mortal que cubría el rostro del artista, que hubiera sido impertinente por demás avanzar aún en aquella senda, y la verdad es que más de una vez había tenido que invocar la imagen de Beatriz para no poner punto final a semejante inoportuno sermón, rayando con un trazo de pincel el retrato de su insolente modelo.

Miguel acercó, riendo, los labios al retrato. Julita quería desagraviar a su mamá.

Con estas reflexiones encabezamos nuestro artículo de hoy, porque, no nos perdone Dios nuestros pecados, si no creemos que antes de llegar al último renglón han de haber encontrado nuestros perspicaces lectores el original del retrato que no hacemos.