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Cuando llegaron a Madrid, sus hermanos aún no se habían instalado en el nuevo hotel de la Castellana: los últimos retoques habían llevado más tiempo de lo que pensaban. Fuéronse a pasar unos días con ellos al Escorial para dar satisfacción al cariño fraternal de Clara y algo también a su afición a la caza.

Buscaba una elegancia personal; quería ser un señor distinguido, pero que denuncia en su modo de llevar la ropa á un hombre acostumbrado al uniforme: algo así como el aire de un mariscal napoleónico obligado á vestir el frac. Su cabeza fué objeto igualmente de grandes retoques.

Alborotábanse los peinados en el hueco de una puerta, en una encrucijada de corredores, al pasar de una banda a otra, dejando al descubierto los artificios y retoques de los añadidos, lo que las obligaba a preservar estos secretos capilares bajo un turbante de gasas.

Sin los retoques y aparatosos arreos con que se presentaba en público; envuelto el cuerpo en holgada bata de cachemira; cubierta la amplísima calva con un gorro griego; descuidados los blancos mechones de pelo lacio que sobresalían por debajo del gorro y por encima de las orejas; sin afeitar todavía, y mal tapadas las arrugas del pescuezo por el cuello escotado de su camisa de dormir, ¡cuán diferente era aquel marqués del marqués del salón de Conferencias del Congreso, y de sus propios salones de recibir, y de todos los salones de la aristocrática comunión a que pertenecía!

Eran mujeres iguales á las que lloraban ó gritaban de entusiasmo al otro lado de la verja; sin colorete, sin artificios, con el pelo libre de postizos, con las mejillas limpias y los ojos agrandados por una emoción que había venido á sustituir los antiguos retoques del lápiz negro: ojos serenos que miraban al porvenir heroicamente, adivinando la proximidad de la desgracia.

Era de un rubio ceniciento y suave; un color discreto que desentonaba con el resto de su persona, hecha de rudos contrastes. Los ojos, negros, grandes, abiertos en forma de almendra, parecían de una bailarina oriental, y aún estaban prolongados por hábiles retoques de sombra, que aumentaban la seductora desarmonía con el oro apagado de su cabellera.

Asomaba la primera semana del luctuoso mes cuando Beatriz advirtió con terror que los grandes recuadros destinados a América hallábanse a punto de ser terminados, y lo hubiesen estado con anterioridad si Jacques no hubiese más que nunca querido justificar en esta postrer obra suya la reputación del concienzudo y probo artista que la fama pública le había discernido, y no quedaban por hacer sino ligeros retoques, hasta el punto de que ya el apoderado de míster Nicholson en París viniera a entenderse con el pintor acerca del mejor modo y forma de mandar las telas a su destino.

Ella misma lo había cortado é hilvanado; pero de la primera hechura quedaba muy poco, después de los retoques que se habían sucedido durante su larga existencia. Reconoció que no estaba del todo mal. Algo pasado de moda; pero el género bueno siempre es apreciado por las personas inteligentes, y ahora ya no se fabrican sedas como las de antes. La cabeza la llevaba desnuda.

No aliándose bien los arrebatos de la fantasía con la prosa de los pormenores de la existencia, éstos sufrían alguna alteración. D. Cristóbal en aquellos periodos de crisis echaba menos, con pesadumbre, algunos retoques. Mas al poco tiempo sosegaban los espasmos de las pitonisas y las cosas volvían a su ser y la vida seguía el mismo curso ordenado y tranquilo.