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11 Y le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? 12 Y el hombre respondió: La mujer que me diste, ella me dio del árbol, y comí. 13 Entonces el SE

Aquí tienes a la señora de quien te he hablado, que tanto se parece a mamá. Aurelia la miró sin saber qué decir, sonriente y cada vez más ruborizada. ¿No se parece muchísimo? . Yo no lo encuentro ... respondió la joven después de vacilar. ¿Lo ve usted? exclamó la dama volviéndose a Raimundo con la sonrisa en los labios . No ha sido más que una fantasía, una alucinación.

Sumido estaba aún el artista en estas crueles cavilaciones, cuando la cortina de antigua tapicería que cubría la puerta del taller abrióse de pronto dejando ver el fresco y lindo rostro de Marcela. ¿Te incomodo, papá? No, hija mía respondió éste cubierto de densa palidez. ¿Puedo entrar? , mi vida. Y entró la niña, con un aro en la mano, presentando a su padre la frente. ¿Estás triste, papá?

¡Bueno! ¡átala á esta barra de apoyo ... Pero, ¿y si se rompe?... No se romperá. Pero, ¿qué intentas? Lo sabrás dentro de un instante ... ¡Cuidado! ... Se abre una ventana.... Mauricio se pegó al muro y Herminia no se movió. En el silencio de la noche se oyó la voz de Clementina, que decía: ¿Eres , Bobart, el que está abajo? , excelente amiga; respondió sordamente otra voz.

Esta respondió a la voz de su jefe con un supremo esfuerzo; obligaron a rendirse a los ingleses que custodiaban el barco; enarbolaron de nuevo la bandera española, y el Santa Ana quedó libre, aunque comprometido en nueva lucha, más peligrosa quizás que la primera.

Os portáis como villanos. ¡Quedas las manos, ó puede costaros caro! ¡Tened vos la lengua ó más caro ha de costaros todavía! respondió el soldado más ebrio. ¿Quién sois vos para impedir que los arqueros ingleses se diviertan?

¿Conque se ha hecho invisible el duque? decía una voz agridulce . Hace quince días que he llegado a Madrid y no sólo no se ha dignado venir a verme mi querido sobrino, sino que no le he visto en ninguna parte. Tía respondió la duquesa , puede ser que no sepa vuestra llegada. ¡No saber que la marquesa de Gutibamba ha llegado a Madrid! No es posible, sobrina.

¡Somos aquí tan felices, señor duque! respondió Stein , que cualquier mudanza que hiciera en mi situación me parecería una ingratitud a la suerte.

Nueve veces, señora respondió tétrica, sepulcralmente, la Esfinge ; nueve... ¡nueve mil puñaladas! Para las últimas, no había en el corazón un sitio sin una herida ensangrentada. Ya no le parecía a la marquesa tan fea ni tan extraña aquella mujer. La carga de tales y de tantos dolores lo justificaba todo a sus ojos.

-Cuando yo servía -respondió Sancho- a Tomé Carrasco, el padre del bachiller Sansón Carrasco, que vuestra merced bien conoce, dos ducados ganaba cada mes, amén de la comida; con vuestra merced no lo que puedo ganar, puesto que que tiene más trabajo el escudero del caballero andante que el que sirve a un labrador; que, en resolución, los que servimos a labradores, por mucho que trabajemos de día, por mal que suceda, a la noche cenamos olla y dormimos en cama, en la cual no he dormido después que ha que sirvo a vuestra merced.