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36 Dos estarán en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. 37 Y respondiendo, le dicen: ¿Dónde, Señor? 3 Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él diciendo: Defiéndeme de mi adversario. 4 Pero él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de : Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre,

Tal vez algún día sabios, eruditos, curiosos, vengan en peregrinación a contemplar con cariño y respeto la página de este libro de la parroquia en que yo voy a dictar ahora el nombre de mi hijo, el de sus padres y abuelos, lugar de su naturaleza, etc., etcétera. ¡Abuelos! Mi pobre Antonio no tiene abuelos vivos; le faltará ese amor, pero el mío los suplirá todos».

En el pueblo de Pocoata, provincia de Chayanta, se declaró la sedicion, y dando los indios muerte á muchos españoles, prendieron á su corregidor, D. Joaquin de Alós, que retuvieron en el pueblo de Macha, como en rehenes, para solicitar insolentes la libertad de su caudillo Catari; y como presentándose la necesidad armada en toda la fuerza del poder, es irreparable el daño de la resistencia, fué forzoso que por salvar aquella vida, se libertase del castigo el delincuente Catari, logrando prontamente soltura de la prision en que se hallaba: ya fuese porque en tiempo que el peligro aprieta, la prudencia induce á no detenerse en formalidades, ni aventurar la quietud pública por los escrúpulos de autoridad, ó ya porque, poco acostumbrados los Oidores de Charcas al perdimiento del respeto tenido á sus personas, recelaban pasase adelante el atrevimiento, y se viese disminuida la sumision fastidiosa y excesiva que siempre han pretendido.

Libre en las manifestaciones de su opinion, influyente en Europa por la independencia de su prensa, considerado y estimado por la hospitalidad neutral que acuerda al proscrito y al pensamiento extranjero, y engrandeciéndose por medio del trabajo, el pueblo belga es digno de tanto mayor respeto cuanto mas visible es la pequeñez de su territorio.

Un día, á la mitad del invierno, recibió de París una gran caja de flores preciosas: se las agradeció con efusión á mi padre, pero cuando hubo salido del cuarto, la vi alzar ligeramente los hombros, y dirigir al cielo una mirada de incurable desesperación. Durante mi infancia y primera juventud había tenido á mi padre mucho respeto, pero muy poco cariño.

Los de fuera y los de dentro trataban con respeto, casi con veneración, a la ilustre señora, que era como una figurita de nacimiento, menuda y agraciada, la cabellera con bastantes canas, aunque no tantas como la de Barbarita, las mejillas sonrosadas, la boca risueña, el habla tranquila y graciosa, y el vestido humildísimo. Algunos días iba a comer allí, es decir, a sentarse a la mesa.

La traza, la barba y el libro del ermitaño infundiéron respeto en Zadig, y en su conversacion encontró superiores luces.

Así tal vez se haria; pero ¿quién es hoy capaz de adivinar el grado de respeto de los arquitectos del rey D. Alfonso hácia la obra arábigo-bizantina?

Por fin tropezó con ciertos bohemios que se prestaron a venderle uno valetudinario y sarnoso. Se lo hicieron pagar bastante caro, visto el afán que por él mostraba. Cuando nuestro fisiólogo se encontró a solas en su laboratorio en presencia de aquel ser, su precursor inmediato, sintió emoción indefinible. Un respeto profundísimo se apoderó de su mente.

Los restos de su vida parecían concentrarse en sus ojos antes de huir perdiéndose en el espacio como un flúido incautivable. El príncipe iba olvidando su reciente cólera. ¡Pobre lady!... Volvió á sentir por ella ternura y respeto. Su miseria física acababa por convertir la lástima en esa admiración que inspira siempre el sacrificio desinteresado.