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Esto ha sido casi de nosotros continuó, señalando el castillo de Mónaco . Durante siglo y medio, esa fortaleza ha tenido una guarnición española. Nuestro gran Carlos V y el viejo legitimista puso un profundo respeto en su voz al evocar este nombre ha dormido allí... Y también allí.

Y se ve también que todos los pueblos han cuidado mucho de enterrar a los muertos con gran respeto y han fabricado monumentos altos, como para estar más cerca del cielo, como nosotros hacemos ahora con las torres.

Un momento después las serpentinas volaban hacia la victoria. Ambos carruajes estaban ya enlazados por el puente colgante de cintas, y la que lo ocasionaba sonreía de vez en cuando al galante muchacho. Mas aquello llegaba ya a la falta de respeto a personas, cochero y aún carruaje: sobre el hombro, la cabeza, látigo, guardabarros, las serpentinas llovían sin cesar.

Yo me acuerdo de los tiempos de la Reina, de aquellos tiempos, hija, en que el pan estaba a doce cuartos las dos libras y en que había más religión, más aquel, más principios, en que los grandes eran grandes y los chicos chicos, y había más respeto a todo. Yo me acuerdo de aquel tiempo y me dan ganas de llorar. Aquello era ser Majestad, aquello era señoría y grandeza.

Fray Juan de Padilla falleció antes de mediar el siglo XVI; su nombre figura con elogio en las páginas de la historia crítica de nuestra literatura, y Sevilla, que lo tuvo por hijo, deberá siempre consideración y respeto al nombre de este poeta, de quien sólo he intentado trazar un ligero apunte.

Ese trabajo ha sido ya juzgado por la crítica eminente de España, y el nombre de su autor se pronuncia hoy en la Academia Real con el mismo respeto que el de los más grandes peninsulares... .

Las golondrinas comenzaban a instalarse en los corredores, y después de cortejarse unos cuantos días por el aire persiguiéndose con gritos descompasados y partiéndose solas las parejas a los sitios más escondidos de las huertas, sin respeto alguno al qué dirán y a las buenas formas, celebraban sus bodas con la misma grosería, sin consultar la voluntad de los papás, ni suplicar dispensa cuando la necesitaban, ni proclamarse por conducto del párroco, ni encargar trousseau a París, ni recibir un mal juego de café de los parientes, ni pasar papeletas impresas a los amigos y conocidos participando su efectuado enlace, ni siquiera insertar en La Correspondencia de España un suelto diciendo: «Ayer, ante numerosa y escogida concurrencia, en la que figuraba lo más eminente de la nobleza, la política y la literatura, se verificó en casa de la desposada el anunciado matrimonio de la bellísima y distinguida golondrina doña Fulana de Tal con el acaudalado golondrino don Zutano de Cual.

No, no le amo así, ni le podría amar nunca de ese modo; me lo impediría el respeto que me inspira. Pues, si no amas a tu protector, ¿a quién amas? A nadie. ¿Y el retrato que ocultaste al verme el otro día? ¡Ah! ¡el retrato de mi madre! El retrato de su madre, exclamé interrumpiendo al religioso; pues qué, ¿ha encontrado Amparo a su madre? ¿Habrá alguna razón que la impida...?

Todos reían, «¡ja, ja, jacon una carcajada espontánea, pero breve; una risa en tres golpes, pues el prolongarla podía interpretarse como una falta de respeto á la majestad. Cerca de Europa, una oleada de noticias salió al encuentro del buque. Los empleados del telégrafo sin hilo trabajaban incesantemente.

Nunca se oye que algún caballero se alabe de los favores, que le ha concedido su dama; hablan de ellas con tanta veneración y tanto respeto, como si fuesen sus reinas.