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El esclavo que trabajaba en el campo vivía perennemente amagado del látigo y el grillete, y el que lograba la buena suerte de residir en la ciudad tenía también, como otra espada de Damocles, suspendida sobre su cabeza la amenaza de que, al primer renuncio, se abrirían para él las puertas de hierro de un amasijo.

El matrimonio se vio necesitado a abandonar la casa lujosa de Madrid y a refugiarse en el Sotillo, finca que pertenecía a la esposa por herencia de sus padres. Donde antes solían pasar solamente algunos días de primavera, en uno de los cuales había nacido Germán, tuvieron que residir forzosamente todo el año.

Tenía gran sala baja, capilla, patio con flores, habitaciones con zócalo de azulejos amarillos y verdes; puertas de pino, lustradas y chapeadas; gran número de arcones, muchas obras de talla, cuadros viejos y nuevos, algunas jaulas de pájaros, finísimas esteras, y, sobre todo, una tranquilidad, un reposo y plácido silencio que convidaban a residir largo tiempo en aquella mansión.

No se mudó el Casino y siguió remendando como pudo sus goteras y demás achaques de abolengo. Tres generaciones habían bostezado en aquellas salas estrechas y obscuras, y esta solemnidad del aburrimiento heredado no debía trocarse por los azares de un porvenir dudoso en la parte nueva del pueblo, en la Colonia. Además, decían los viejos, si el Casino deja de residir en la Encimada, adiós Casino.

Florencio entonces, con el consentimiento de Leucato, se disfraza de celador de montes para residir, sin obstáculo, cerca de su amada y desbaratar los proyectos del Príncipe. El poeta explota esta situación de la manera más agradable.

Micromegas no sabia que pensar; mas habiendo exâminado con mucha paciencia el animal, sacó de su exâmen que no podia residir un alma en cuerpo tan chico. Inclinábanse pues nuestros dos caminantes á creer que no hay razon en nuestra habitacion, quando, con el auxîlio del microscopio, distinguiéron otro bulto mas grueso que una ballena, que en el mar Báltico andaba fluctuando.

Hemos encontrado en el Archivo municipal de Córdoba dos cartas de D. Carlos y la reina D.ª Juana declarando francos de todo tributo por espacio de diez años á los que pasasen á morar en Córdoba con promesa de residir en ella cuando menos veinte.

En los brutos hay potencia sensitiva é imaginativa, porque estas pueden residir en lo corporeo: no hay ni puede haber la potencia de combinar, y mucho menos la de juzgar de las cosas, porque estas dos son propias del hombre, y no pueden estar en cosa corporea y material, sino en puro espíritu, como pienso demostrarlo por razones filosóficas en la Metafísica.

Y no es la tal idea puramente sugetiva, mera forma o condición de nuestro entendimiento, sino que por fe irresistible tenemos y damos por seguro que en la mente de cuantos seres superiores al hombre hay o pueda haber en otros mundos, y aun en la misma mente suprema, ha de residir la idea misma aunque más ampliamente desarrollada, abarcándolo y penetrándolo todo y bañando en su pura luz lo infinito y eterno.

Confieso que no he conocido á Cavour ni á Bismarck, que son los que, en estos últimos sesenta años, han hecho más grandes cosas; pero he conocido á muy ilustres varones, dirigiendo la política de florecientes Imperios, Repúblicas y Monarquías, y, acaso por falta de sonda mental, no he sondeado el abismo que los separa de nuestros infortunados corifeos políticos, abismo en cuyas por inexplicadas honduras han de residir la agudeza, el tino y la sabiduría que hacen que todo les salga bien, mientras que todo por aquí nos sale mal por carecer de esas prendas.