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El sol había huido y el triste color del día era uniforme y sombrío como el de una mortaja. Aunque la cabaña estaba resguardada por la peña, la tempestad había arrebatado parte de su techo durante la noche.

Pero una noche tuvo un encuentro triste. Al entrar en la Plaza de Provincia vio una persona, dos, tres. Eran un hombre cojo, bien envuelto en su capa, una mujer tan bien resguardada del frío, que sólo se le veían los ojos, y un niño con gabán y bufanda, mostrando la nariz húmeda y los carrillos rojos de frío.

De un empeño bravo me contestó mi amigo ; esta noche al obscurecer, irás á ponerte en el lugar que mejor te parezca del camino de Segovia; no tardará mucho en pasar una litera resguardada por cuatro alguaciles á caballo: quitas á esos alguaciles el preso que irá en la litera, y vente con él por el portillo de la Campanilla.

La distancia fué estrechándose; la línea se abrió apareciendo una grieta, cuya entrada estaba resguardada por dentados y caprichosos bordes. Media hora empleamos en llegar al pie de la roca.

¡Eran ellos! , eran ellos. Mucho antes de oír su voz claramente los había adivinado. Se paseaban por una calle más ancha y despejada que las otras, resguardada de un lado por el muro, del otro por alto seto de boj. Amalia se colgaba del brazo del conde con imperio y negligencia y hablaba mirando al suelo, mientras él se inclinaba hacia ella risueño, sumiso, metiéndole las palabras por el oído.

Cubierta la nueva línea con cuatro guardias, y obligando á los poseedores hagan sus establecimientos en los intermedios de aquellas, y tengan necesariamente en su estancia cuatro armas de chispa è igual número de blancas, quedará no todo resguardada de los insultos de los infieles tan hermosa campaña, sino que se les arrojará insensiblemente del otro lado del Tandil.

Se nos dió orden de avanzar bajando, y una vez en llano, convertirnos sobre nuestro flanco, para formar un largo frente de batalla. La infantería francesa estaba delante de nosotros, resguardada por sus coraceros; pero éstos, observando nuestro movimiento y reconociendo al instante su indudable inferioridad, invadieron precipitadamente la carretera. La retirada era cierta.

Sus alcaides y señores los Argotes aumentan con su merecido renombre el lustre que le dan las bellezas del arte y de la naturaleza, su iglesia ojival de S. Mateo, el palacio de los duques de Medinaceli, sus hermosos paseos sombreados y embalsamados con naranjos y cinamomos, su deliciosa campiña resguardada de los ateridos vientos del norte por la magnífica sierra de Araceli.

Encontramos una gran hoguera llameante resguardada por un peñasco y la marmita que humeaba. Nos sentamos en corro, con los pies juntos a la lumbre, y bien pronto tuvo cada cual sobre sus rodillas, dentro de una cazuela de barro colorado, dos rebanadas de pan moreno con mucho caldo.

Todas las bocacalles vomitaban gentío dentro de la plaza, en la que el crepúsculo sembraba a miles los puntos luminosos. Brillaba el gas en las tiendas; las vendedoras importantes encendían sus grandes reverberos de latón, y las pobres huertanas contentábanse con una vela de sebo resguardada por un cucurucho de papel. ¡Qué bonito...! ¡Mira, Nelet!