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Los ojos de Carolina comenzaron a parpadear bajo este vivo examen. Con gran esfuerzo reprimió su llanto, contuvo un sollozo y dijo: Papá... papá me trajo de casa miss Simmons... de Sacramento, la semana última. ¡Cómo! Acabas de decir hace tres días replicó aquélla con severidad. Quise decir un mes dijo entonces Carolina, completamente perdida en su confusión e ignorancia.

Pero la astuta moza, que sabía contenerse, cuando era por su bien, se reprimió, y cambiando el tono, y el estilo se disculpó, disimuló el enojo, y dijo que todo estaba perfectamente, y que ella misma pediría la soldada, y se iría tan contenta, no a la fonda, sino a otra casa; una proporción que tenía, y que no podía decir todavía cuál era.

Reprimió, no obstante, la lengua, porque en plena tertulia le parecía ridículo y de mal gusto desatarse en injurias contra el procaz Arturo. Sus ojos sólo denotaban su furor. Miraba al poeta como si quisiera devorarle con el fuego de su mirada. Rosita, por ligereza de carácter, por irreflexión, se había dejado llevar de la charla del poeta y le había reído los chistes.

Las anteriores y recientes luchas, el frío, la nieve, la soledad de aquellos inhospitalarios lugares y todas las privaciones que ya se dejaban sentir, levantaron descontestos que quisieron poner proa á Castilla; esto originó más de un tumulto, que el fuerte carácter de Magallanes reprimió, condenando á muerte á un capitán y algunos soldados.

¿Y has creído esas calumnias? ¿Y en vez de defenderme y de enfurecerte contra los calumniadores te enfureces contra ? Juanita dejó escapar irreflexiblemente estas últimas frases. Luego se reprimió y procuró enmendarlas. Creía bruto a Antoñuelo, pero no lo creía cobarde. Si dejó de defenderla fue, no por cobardía, sino por maliciosa necesidad que acepta lo malo como cierto.

Fayolle estuvo a punto de echarlo todo a rodar y desvergonzarse; pero se reprimió considerando que nada adelantaría: menos con llevar el asunto a los tribunales. ¿Quién iba a pleitear por quinientas pesetas y más con un personaje como el duque de Requena?

Contra los de estos tres enemigos, que aun divididos eran poderosos, comenzó la guerra el Duque, y fué tan dichoso en ella, que no solamente reprimió la furia y rigor de sus enemigos, y defendió su Estado, pero tambien cobró treinta fuerzas que le habian usurpado. Últimamente se trataron y concluyeron paces con todos, pero se hicieron muy aventajadas por parte del Duque.

Así que, sin vacilar, sacó la baqueta del fusil y aproximándose y empinándose cuanto pudo le aplicó un par de palos en las piernas con toda su fuerza. D. Lesmes reprimió un grito y se dejó caer al suelo. El capitán le atizó con igual rabia otros tres estacazos en las espaldas sin proferir una voz.

No la complació tanto, sino que hubo de enojarla y de escandalizarla, aunque reprimió el enojo, atribuyendo lo que veía a inveteradas e imprescindibles modas orientales, que en el fondo del salón apareciesen tres bayaderas, con traje de Apsaras o inmortales ninfas, las cuales tejían voluptuosa danza, desceñido y leve el transparente ropaje, los brazos y los pies desnudos, luciendo en las gargantas de los pies y en los brazos, ajorcas y brazaletes, y dejando ver además las torneadas espaldas y los firmes y redondos pechos.

Loado sea Dios, dixo, ya está la casa de mi buen huésped quemada hasta los cimientos, ¡Qué hombre tan feliz! Al oir estas palabras le viniéron tentaciones á Zadig de soltar la risa, de decir mil picardías al padre reverendo, de darle de palos, y de escaparse; pero las reprimió todas, siempre dominado por la superioridad del ermitaño, y le siguió hasta la última jornada.