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Este auto, diverso de casi todas las obras de su clase, no contiene personajes alegóricos, y su objeto es representarnos el castigo humillante del orgullo de Nabucodonosor. Su principio, cuando nos ofrece al Monarca asirio en toda su grandeza, rodeado de los Reyes vencidos por sus armas, es magnífico y ostentoso: coros de músicos cantan un himno en su alabanza mientras él duerme.

Donde no hay imágenes no hay arte, porque no hay fantasía, y el hombre no halla imágenes para representarnos la inmensidad, por lo mismo que el hombre vive en el espacio, el cual no es inmenso. El arte, pues, es nulo para representarnos netamente la idea de Dios; ese Dios es más grande que toda figura, que todo símil, que toda poesía, que toda creacion humana.

¿Cómo representarnos la figura de esa mujer ante la justicia, sino representándonos una mujer vestida de luto, que baja los ojos, que tiembla, que no puede hablar y que despues se muere de dolor? ¿Cómo concebimos la idea de esa hija que arrastra serena la mirada aturdida de su padre; que le pide, que le provoca, que le acusa, que le denomina usurpador de su trabajo: cómo concebir la idea de esa hija, repito, sin concebir la idea de una sierpe ó de un tigre?

Cuando hablamos de inteligencia, tenemos fija la vista en lo que pasa dentro de nosotros: la mayor ó menor perfeccion en la escala de los seres inteligentes, la vemos retratada en la gradacion de conocimientos que experimentamos en nosotros; y cuando queremos concebir una inteligencia mucho mayor, agrandamos, perfeccionamos el tipo que hemos encontrado en nosotros; de la propia suerte que para representarnos objetos sensibles mas grandes, mas perfectos, mas hermosos, que los que tenemos á la vista, no salimos de la esfera de la sensibilidad, sino que nos valemos de los mismos elementos que ella nos suministra, agrandándolos y embelleciéndolos para que lleguen al tipo ideal preconcebido en nuestra imaginacion.

-No más -dijo a esta sazón uno de los dos que parecían reyes-: no más, cantor divino; que sería proceder en infinito representarnos ahora la muerte y las gracias de la sin par Altisidora, no muerta, como el mundo ignorante piensa, sino viva en las lenguas de la Fama, y en la pena que para volverla a la perdida luz ha de pasar Sancho Panza, que está presente; y así, ¡oh , Radamanto, que conmigo juzgas en las cavernas lóbregas de Lite!, pues sabes todo aquello que en los inescrutables hados está determinado acerca de volver en esta doncella, dilo y decláralo luego, porque no se nos dilate el bien que con su nueva vuelta esperamos.

En este concepto tiene razon Kant cuando dice que al querer representarnos un ser pensante, debemos ponernos á nosotros mismos en lugar del objeto.

Iba el buen señor destinado a representarnos en una corte, y antes del año ya estaba la reina o la emperatriz de aquella tierra escribiendo a España para que relevasen al embajador con su temible cónyuge, a la cual llamaban los periódicos «la irresistible española». ¡Las testas coronadas que ha trastornado esa gachí!... Las reinas temblaban al verla llegar, como si fuese el cólera morbo.

Si todos los esfuerzos de la imaginación no bastarían a representarnos a Cristo de frac, tampoco hay razonamiento que nos pueda convencer de que esta comedia palaciega tiene nada que ver con el Evangelio. Los platos eran tomados en la puerta, de manos de los criados, por las estiradas personas que hacían de camareros en tan piadosa ocasión.

. Si quisiéramos representarnos un número infinito de partes en valores de extension, deberíamos suponer un sólido infinito en todas sus dimensiones; y además divididas todas sus partes hasta lo infinito. Pero ni aun en este caso tendríamos un número infinito absolutamente hablando, aunque tuviéramos el mayor que se puede representar en valores de extension.

El poeta sabe representarnos, como en un espejo mágico, con contornos bien determinados, hasta lo más recóndito é impalpable, hasta la imagen de la sombra del pensamiento.