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A más de la inteligencia, que en edad temprana despuntaba en él como aurora de un día espléndido, poseía todos los encantos de la infancia: dulzura, gracejo y amabilidad. El chiquillo, en suma, enamoraba y no es de extrañar que D. Francisco y su hija estuvieran loquitos con él. Pasados los primeros años, no fué preciso castigarle nunca, ni aun siquiera reprenderle.

A Amalia no le sorprendían en la apariencia tales originales y morbosas psicologías; las aceptaba como cosas naturales, daba su opinión acerca de ellas y se autorizaba cariñosamente el aconsejarle, reprenderle a veces, guiarle en ciertos asuntos de la vida, cuyo complicado mecanismo ignoraba el conde por Completo.

21 Desde aquel tiempo comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le convenía ir a Jerusalén, y padecer mucho de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día. 22 Y Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reprenderle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.

Pues nada. ¿Qué ha de decir la pobre? El pillo de Luquitas no parece por allí hace dos días. Asegura la niña que tiene dinero, que cobró de un embalsamado, y se lo gasta con unas pendangas de la calle del Bonetillo. ¡Jesús me valga! Y su padre, ¿qué hace? Reprenderle, castigarle, si le coge a mano. Lo que es a ese no le enderezan ya.

Por de contado, enredar: ¡si te tuviese siempre a mi lado andarías un poco más derechoLlegó a reprenderle duramente las faltas como si tuviese sobre él autoridad. Miguel temblaba cuando subía al cuarto de la guardilla con el pantalón roto, lo mismo que cuando iba a ver a su madrastra.

Lo escrito en las hojas sueltas lo guardó el Padre dentro del libro de la nueva apología, y lo encerró bajo llave en el cajón de su bufete. La boda Don Jaime, entre tanto, había traído para la novia un hermoso traje, y collar y pendientes y broche muy ricos de diamantes y perlas. Doña Luz no pudo menos de reprenderle por esto.

Después, aún se sentaba otro rato a confesar, y se iba a casa. Hasta la hora de comer, estudio, meditación, rezo. Después otra vez a la iglesia: rosario, enseñanza de doctrina, arreglo y aseo del templo. Desde que él llegó, éste comenzó a estar limpio y decoroso. Sin reprenderle, logró con el ejemplo, echando él mismo mano al plumero y a la escoba, que el sacristán cumpliese con su deber.

D. Bernardo hablaba de él con poco respeto y le trataba con cierto despego: el mismo brigadier, aun queriéndole bien, no se mostraba muy impresionado por aquella famosísima estampa, y solía reprenderle suavemente algunas cosas que llamaba puerilidades.

Aunque vagamente, se daba también cuenta de lo singular y censurable de su conducta. ¿Por qué había hecho aquello? ¿Quién era ella para espiar los pasos de su confesor, ni menos reprenderle? Su despecho era tan vivo, sin embargo, que no le permitía arrepentirse. Tenía la boca seca; le ardían las mejillas. Siguió caminando apresuradamente, y se dirigió al muelle. Estaba ya solitario.

No le pidió el conde explicaciones, como era de esperar, concretándose a reprenderle ásperamente, y decirle que no consentía que se pusiese en tela de juicio la intachable reputación de su protegida.