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De modo que , pobre, miserable, destinada a un trabajo rudo y penoso, mal alimentada, mal vestida, sin fuego con que calentarte, sin lecho en que dormir, ¿estás resignada con tu suerte? , señor, contestó Amparo repitiendo su triste sonrisa. ¡Oh! no conoces al mundo, eres muy joven; estás soñando. Me he criado en una casa de vecindad y tengo ya catorce años. ¿Pretendes tener experiencia?

Formaban los muchachos por parejas, cogidos de la mano lo mismo que en los colegios de Valencia; ¿qué se creían algunos? , y salían de la barraca, besando antes la diestra escamosa de don Joaquín y repitiendo todos de corrido al pasar junto á él: ¡Usted lo pase bien! ¡Hasta mañana si Dios quiere!

¡Es... es... el... el... el guardacostas! balbuceó el fraile con una pena extrema. Y se oían rechinar sus dientes. Y miraba, con los brazos cruzados sobre su pecho jadeante. El gitano se encogió de hombros, fue a sentarse sobre un empalletado y se volvió hacia Santa María repitiendo: ¡Qué hermosa estaba!

Ama y criada rompieron a reír, y Juanín lanzó una carcajada graciosísima, repitiendo la expresión, y dando palmadas como para aplaudirse. ¡Qué cosas le enseña usted!... Vaya, hijo, no digas exprisiones... ¿Me quieres? le dijo la Delfina apretándole contra . El chico clavó sus ojos en Izquierdo.

Contestaremos con estas sabrosas líneas de don Miguel de Unamuno: "Y me moriré repitiendo que la falta de austeridad no es sino falta de inteligencia y que no es sino tontería, pura tontería, tontería de remate lo que atrae a esa gentuza del buen tono a los centros del lujo y del vicio. No siendo el vicio de pensar todos los demás arrancan de deficiencias mentales.

Oyose enseguida el rumorcillo de los menudos chorros que salían de la estrujada ubre. Y tendrá la apreciación justa de todas las cosas dijo D. Francisco, repitiendo esta frase del doctor, la cual había hecho no poca impresión en su espíritu . Ha dicho usted, señor D. Teodoro, una cosa admirable. Y ya que de esto hablamos, quiero confiarle las inquietudes que hace días tengo. Sentareme también.

No era por la carne. «El hambre no tiene ley, y la carne la ha hecho Dios para que la coman los hombres.» ¡Pero al menos que dejasen la piel!... Y comentaba tanta maldad repitiendo siempre: «Falta de religión y buenas costumbresOtras veces, los merodeadores se llevaban la carne de tres vacas, abandonando las pieles bien á la vista; y el estanciero decía sonriendo: «Así me gusta á la gente: honrada y que no haga mal

Algunos llevaban entre sus labios, a modo de cigarro, un caramelo largo, de esos que parecen cilindro de vidrio encarnado, y con un fácil movimiento de succión le hacían entrar en la boca o salir de ella, repitiendo este gracioso mete y saca con presteza increíble.

Había vuelto a cogerla por las manos, y se las apretaba sin saber qué decir, repitiendo lo mismo: ¡Feliciana... Feliciana! Hombre, ¡déjala en paz! Ya te he dicho que no soy Feliciana. ¿A qué repetir su nombre? ¡Para lo que te fijas en ella cuando la ves! Nunca la has mirado los ojos; nunca has visto en ella nada de extraordinario. te crías para cosas mejores.

Sigue entonces por la Avenida, gozando el aire puro y el lujo de la ciudad, sentado en un banco, o da la vuelta al Rocío, bajo los árboles, con la cara alta y dilatada de bienestar. A las seis se recoge, se quita el sobretodo, se calza sus chinelas de tafilete, se pone una agradable cazadora de algodón, y come, «repitiendo» siempre de la sopa.