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Y él se salió a la calle: repitiendo: «¡Gran mujer, gran mujer!». ¡Falsificación! ¡Profanación de aquella santa escritura de la cual emanaba el más santo de los derechos!

El poeta, presentando el ejemplo de paladin de Roncesvalles, y evocando los gloriosos nombres de Carlo Magno, de Oliverio y de Turpin, logró inflamar el entusiasmo de los normandos, escitándolos á vencer ó morir, y por eso vencieron, repitiendo en coro la «Cancion de Rolando». Dán testimonio de esto el poeta Wacé, y los historiadores Guillermo de Malmesbury, Mateo de Paris, Ralph Hyden, Alberico y Mateo de Westminster.

Aquí tiene Vd. como al descomponer los versos y ensartarlos unos tras otros, no ha hecho otra cosa que plagiar á los primitivos prosadores, repitiendo sin sospecharlo, uno de los pasos mas gigantescos que haya dado el lenguage universal, cual es la transicion del verso á la prosa.

Al fin se alejaron, repitiendo las alusiones chistosas y algunos comentando seriamente la extraña transformación que había operado en Muñoz la neurastenia. ¡Charito González!... murmuró Julio ensimismado. Conocí a una amiga íntima de Charito González... Adriana Zumarán. La traté una sola vez, pero comprendí que es un ser excepcional.

El Victory atacó primero al Redoutable francés, y rechazado por este, vino a quedar frente a nuestro costado por barlovento. El momento terrible había llegado: cien voces dijeron ¡fuego!, repitiendo como un eco infernal la del comandante, y la andanada lanzó cincuenta proyectiles sobre el navío inglés. Por un instante el humo me quitó la vista del enemigo.

Era infiel como una mujer coqueta; desaparecía de pronto, repitiendo la misma fuga inexplicable con que había asombrado á su familia.

A pesar del tono risueño é irónico de esta orden, la obedeció, repitiendo una vez más sus promesas y sus deseos. El vino daba á sus palabras un temblor de emoción; los gemidos de la orquesta excitaban su sensibilidad. Se conmovía á mismo, hasta el punto de que sus ojos se humedecieron levemente.

Así es que, cuando María tomó la guitarra y se puso a cantar: Si me pierdo, que me busquen al lado del Mediodía, Donde nacen las morenas, y donde la sal se cría, la admiración se convirtió en entusiasmo. La gente joven llevaba el compás con palmadas, repitiendo bien, bien, como para animar a la cantaora.

La primera vez pierde el camino divirtiéndose ya á esta parte, ya á la otra, mas al fin llega al sitio que busca. Ofrécese volver segunda vez, y no bien asegurado va temeroso, tal vez vuelve á dexar el camino y se desvia. Pero repitiendo distintas veces su viage se hace dueño del camino; de suerte, que si se ofrece puede ir con los ojos vendados, ó en una noche obscura.

Y mientras los criados, llamados por él, se arrodillaban y rezaban por el muerto, curiosos y distraidos mirando hácia la cama y repitiendo requiems y más requiems, el P. Florentino sacó de un armario la célebre maleta de acero que contenía la fabulosa fortuna de Simoun.