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Sacó el mozo una bolsilla de brocado, donde dijo que iban cien escudos de oro, y dióselos a la vieja; pero no quería Preciosa que los tomaste en ninguna manera; a quien la gitana dijo: Calla, niña; que la mejor señal que este señor ha dado de estar rendido es haber entregado las armas en señal de rendimiento; y el dar, en cualquiera ocasión que sea, siempre fué indicio de generoso pecho.

Hay almas que rechazan instintivamente el mal. El odio pasó sin detenerse sobre el espíritu de Lázaro, como la gota de agua que resbala por el hierro candente. Las fuerzas le faltaron, y mientras los alegres ruidos de la fiesta, convertidos en voces misteriosas por la fantasía, le llamaban queriendo embriagarle con efluvios de desconocidos placeres, dio en tierra rendido y sin aliento.

Junto á él comía con apetito el alegre exnovicio, á cuya derecha quedaban tres rudos mozos de labranza. En el rincón más apartado del hogar roncaba un parroquiano, rendido por las frecuentes libaciones á que sin duda se había entregado antes de la llegada de los otros huéspedes.

Allí caía Sheridan, rendido, con la mirada opaca, el rostro lívido por los excesos de la orgía, y allí se levantaba para gritar a Pitt, para azotarle el rostro con esta frase que cimbra como un látigo: «¡, no ha corrido sangre inglesa en Quiberon, pero el honor inglés ha corrido por todos los porosAllí Wilberforce, más allá Mackintosch... ¿Cómo recordar a todos?

La niña sonrió y siguió mirando para los cartones que tenía delante. ¡Hola, hola! ¿Pero el señorito Octavio es novio de la niña de D. Marcelino? ¡Quién lo hubiera pensado hace pocas horas al verle tan rendido y melifluo al lado de la condesa de Trevia!

Agora he venido De esta empresa, y á la Reina Pediré á sus pies rendido Que nos case. La corrección puesta al margen, es: Dandole cuenta á la Reina Casar nos: Aora he venido Desta empresa y á la Reina... La censura de teatro no hubiera osado, de seguro, mutilar de esta manera la obra del Monarca.

Aun los críticos que no hace mucho tiempo hablaban de los verdores de Pereda, y como que se resistían a considerar sus obras perfectamente maduras, se han rendido ante Pedro Sánchez, encontrando para ella un caudal de elogios que ciertamente no habían desperdiciado al juzgar Los hombres de pro o El sabor de la tierruca.

El mismo día que llegó vio a Nuncia por la mañana al balcón. Por la tarde le entregó en el pórtico de San Rafael, al salir de la novena, un billete de declaración, que empezaba: «Señorita: Entre confuso y medroso, y dudando si en gracia de lo rendido me perdonará usted lo osado, confieso que mi único delito consiste en amar a usted...»

Y... la culpa de todo la tenía la odiosa, la repugnante sotana...». Los últimos pensamientos del Magistral fueron maldiciones. Pero a pesar de todo durmió, rendido por tanta fatiga.

Sentáronse para comer debajo de un manzano, cuyas ramas, pendientes hasta tocar con las puntas en el suelo, formaban una glorieta natural. Andrés se tendió al lado de Rosa como amante rendido, aprovechando todas las coyunturas para decirle al oído palabras azucaradas.