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Gracias hago y doy al cielo Que á los dos ha dado un amo. Tregua tengan mis enojos Entre tanta desventura, Pues por estraña ventura Vendrán á mirar mis ojos Tan singular hermosura. Y si della está rendido Mi amo, está conocido Que el que la acertó á mirar, Era imposible escapar De preso, ó de mal herido.

El robo, las riquezas, los cautivos, Que los turcos hallaron en el seno De la triste galera, me ha contado Un cristiano que alli perdió la dulce Y amada libertad, para quitarla A quien quiere rendirse á su rendido.

Exmo Señor: B.L.M. de V.E., su mas rendido servidor. Exmo. Señor, D. Manuel de Amat. Descubrimiento preparado por el Gobernador de Valdivia el año de 1777.

Algunos segundos después de la explosión, ya no pensábamos más que en nosotros mismos. Rendido el Bucentauro, todo el fuego enemigo se dirigió contra nuestro navío, cuya pérdida era ya segura. El entusiasmo de los primeros momentos se había apagado en , y mi corazón se llenó de un terror que me paralizaba, ahogando todas las funciones de mi espíritu, excepto la curiosidad.

Cuando una vela se acaba, debe encenderse otra... Conque tengamos valor, y aprendamos a despreciar... Quien no sabe despreciar, no es digno de los goces del amor... Y por último, simpática amiga mía, ya sabe que estoy a sus órdenes, que tiene en el más rendido de los servidores para cuanto se le ocurra, amigo diligente, reservadísimo, buena persona... Abur. Subió la joven a su casa.

Luego, como olvidando aquel pensamiento, prosiguió: Ciertamente Gonzalo es harto rendido. Cuanto más dura soy con él más parece desearme. Yo le quiero, le quiero de veras, Alvarez. En cambio Ramiro tan pronto se derrite como se enfada; hoy es arrope, mañana vinagre. Más orgulloso no lo hay.

¡Cuánto más terrible es esto entre los seres do todo debe cambiar á la vez, desencuadernarse el armazón, descartarse, arrancarse la inflexible envoltura! Encuéntrase cansado, rendido, desfalleciente, ausente de mismo, á merced del primero que se presenta.

Pero venían envueltas en una nube tan espesa de rocío que D.ª Carolina se vio precisada a apartarse más de una vez y refugiarse por los rincones para no quedar completamente empapada. Al fin se dejó caer otra vez en la silla, rendido, aniquilado. D.ª Carolina también se sentó y le contempló largo rato con mirada chispeante de malicia.

Necesitaba refrescar la cabeza, coordinar las ideas, pensar en algo que pudiera contrarrestar aquel golpe. Paseó algún tiempo entre calles: al cabo, rendido moral y físicamente, entró en el café Suizo y pidió una botella de cerveza. Allá en un rincón, formando tertulia con algunos señores graves, vio a su amigo Romadonga, que le dirigió un cariñoso saludo con la mano.

Te engañas. ¡Temor vano! ¿Crees que te hablo en arrogante alarde, que la mente medrosa desmiente con terror? ¿Piensas acaso, que sabiendo que Dios únicamente puede cortar de la existencia el hilo, me rio de tu saña? ¿O que sintiendo robusto el cuerpo, el ánimo tranquilo, desprecio tu impotencia? ¿O que á grave dolencia rendido, busco en el alivio ansiado? Mas... ¡ah!