United States or Turkey ? Vote for the TOP Country of the Week !


Veíanse muchísimas mangustanas cargadas de sus deliciosas frutas; gigantescos durines cuyas ramas se rendían al peso de las suyas, que son del tamaño de sandías, de enorme peso y envueltas en agudas espinas; buá bangha o artocarpi integrifoglia, altísimos, con enormes ramas, y que dan los mayores frutos de la tierra, pues dos hombres no pueden apenas con una de ellas, frutas bastante nutritivas y que maduran todo el año, y mangos silvestres.

Verdad es que, como siempre sucede, entre tantos buenos no faltaban algunos malos y perversos que hacían más aprecio del cuerpo que del alma; pero Dios Nuestro Señor usó con ellos del poder de su brazo omnipotente, ya ablandando durísimos pecadores con modos extraordinarios y singulares, ya castigando tal vez con los azotes de su justicia á los obstinados que á buenas no se rendían, haciendo con eso que otros que lo veían abrazasen la ley de Dios.

Aunque el sueño y la fatiga del viaje le rendían, no se recogió Tirso aquella noche sin escribir una larga carta, que acaso tuviera relación con la salida que hizo por la tarde. Mientras doña Manuela y Leocadia acostaban al padre, él se puso a escribir.

Acudió el gentío a la Torre del Oro a ver la flota, y entre las damas que estaban en los estrados que para ellas se habían puesto junto a la orilla, asistía mi madre, que era una hermosa doncella de veinte años, y tan desamorada y esquiva, que no parecía sino que el amor no alentaba para ella, según que era de desabrida con todos los que se rendían a los encantos de su hermosura.

Los dignos individuos que con la lengua de metal rendían tributo de admiración y entusiasmo a los redactores del Faro, fueron obsequiados por éstos con vino de Rueda y cigarros. La alegría rebosaba de todos los pechos y se desbordaba en abrazos tan fuertes como espontáneos. Don Rosendo abrazaba a Navarro, Alvaro Peña a don Rudesindo, don Rufo a Sinforoso, y don Pedro Miranda al impresor Folgueras.

Prefería seguir preparándose para ser un buen esposo. Después de Mesía, pocos seductores había tan afortunados como el Marquesito. La vanidad solía ayudarle en sus conquistas; no pocas mujeres se rendían al futuro marqués de Vegallana; pero otras veces, y esto era lo que él prefería, vencían sus ojos azules, suaves y amorosos, su manera de entender los placeres.

Setenta y dos reyes rendían homenaje, feudo, obediencia y tributo al antiguo Preste Juan, real o soñado. ¿Por qué habías de ser menos y no tener a tu servicio otros setenta y dos reyes? Todo eso estaría muy bien dijo Morsamor . Aunque parezca fantástico e inasequible, yo me siento capaz de todo. Pero, ¿dónde están los brahmanes que quieran sublevarse y sacudir el yugo del Islam?

Y esta pesadumbre de la propiedad, desmesurada y bárbara, aun se hacía tolerable en ciertos lugares de Andalucía, por estar lejos los amos, por vivir en Madrid de las rentas que les enviaban aparceros y administradores, contentándose con el producto de unos bienes que no habían visto y que por su extensión rendían mucho de todas suertes.

Pastores con pellicos de algodón en rama bailaban ante la Sagrada Familia, en tanto que otros rendían al suelo la carga de sus ofrendas, y del centro del frontón pendía la estrella de rabo, casi de tamaño natural, tan cuajada de ángulos y facetas que era maravilla de los ojos.

Los trabajos y fatigas, juntas con ardientísimas fiebres, lo postraban en el suelo, sin tener más médico que la Providencia Divina, ni más remedio que la conformidad con Dios, no hallando ni aun una choza en qué recobrarse en tales lances, expuesto á las injurias del tiempo; pero entonces Dios le llenaba de consuelos el alma, dándole tal vigor á su espíritu que redundaba en el cuerpo, de tal manera que ya ni sentía la enfermedad ni le rendían las fatigas; antes, emprendía los viajes más incómodos y los mayores peligros para traer almas al rebaño de Cristo.