United States or Tajikistan ? Vote for the TOP Country of the Week !


En otros días pintaba el Padre Ambrosio el esplendor y la magnificencia de la corte de León X, a quien rendían tributo todas las naciones y prestaban respetuoso homenaje los más altos príncipes y poderosos monarcas. Dábale esto ocasión para ensalzar al pueblo y a los soberanos de España, que pasmosamente cumplían su misión de dilatar por el mundo el imperio de la fe cristiana.

Si algún temor le quedaba de perder la vida, desapareció bajo la caricia de esta falsa gloria... ¡Morir contemplada por tantos hombres valerosos que le rendían el mayor de los honores!... Sintió la necesidad de ser admirable, de caer en postura artística, como si estuviese en un escenario.

Todos aquellos pueblos, dotados de una gran sabiduría infusa y revelada, que poco a poco se fué olvidando y desvaneciendo, rendían culto al pie y se excedían en fabricar con apropiado decoro el tabernáculo del pie, o sea el calzado.

El discurso iba acompañado de alusiones al mareo de los viajeros, al tributo que sus estómagos trastornados rendían al inmenso azul, para mejor alimento de los peces; y cada chiste que el marinero disfrazado iba soltando, como una lección aprendida de memoria, lo saludaba el público con carcajadas iguales a las de una escuela en libertad.

Gama y Coello trataron de hacer creer a los de Melinda que España era la cabeza de Europa y Portugal la cumbre de la cabeza; que el rey portugués era el primero de los reyes y que el mismo nombre de Dios era su nombre; que con su innumerable caballería imponía respeto y subyugaba a las demás naciones; que sus naves, bien artilladas, recorrían el mar a centenares; y que las rentas y tributos, que le rendían sus vasallos y los pueblos vencidos, eran tan abundantes, que, después de pagados todos los gastos, dejaban cada luna un sobrante de doscientos mil cruzados lo menos.

En este alcance perecieron casi todos porque desesperados revolvían sobre los nuestros, á cuyas manos hechos pedazos rendian la vida, por dar lugar á que sus mujeres se alargasen. No escaparon de nueve mil hombres que tomaban armas 300 vivos, y en esto concuerdan Nicephoro, y Montaner. Sucedió en este alcance un caso tan estraño como lastimoso.

Las minas rendían enormemente; el campamento estaba celoso de sus privilegios y miraba con prevención a los forasteros; no se estimulaba a la inmigración, y al efecto de hacer más perfecta su soledad, compraron el terreno del otro lado de la montaña que circundaba el campamento en donde hubiese cuajado perfectamente el célebre adversus hostem, eterna auctoritas de los romanos.

Cerca de la lanza del primer carro, a la derecha de la fila, se hallaban acurrucados dos carabineros, que llevaban unas guerreras de color azul celeste; dos verdaderos colosos, cuyas robustas naturalezas se rendían agobiadas por el dolor; parecían dos cariátides aplastadas por el peso de una masa enorme.

Ni este pensamiento puede oponerse en manera alguna á la política que hasta aquí se ha observado con esta nacion, porque atendiendo á que los del reyno del Perú reconocian á los Incas por sus soberanos y reyes, y les pagaban sus contribuciones en prueba del vasallage que les rendian, como no ha sucedido esto así con los del reyno de Chile que residen tierra adentro, no parece disconforme que, aunque á aquellos se le pensionase con el tributo que señala la ley, se dispense con esta semejante contribucion, una vez que, segun nos cuentan las historias, los emperadores peruanos, no llegaron, ni pudieron pasar con su conquista, de la tierra de los Promocaes, y rio caudaloso de Maule, que divide la provincia de este nombre de la de Cauquenes, por la ferocidad y braveza de los que habitan en esa parte hácia el sur; quedando el rio señalado por términos del imperio, de órden de Yupanqui, décimo Inca de aquella dinastía.

A Goa acudían agentes o enviados de muchos soberanos a negociar alianzas y a mendigar el favor y el auxilio del virrey. Los rajaes de Cambaya y de Narsinga, el samori, los príncipes y sultanes de Aracan, de Bengala y del Pegu, y hasta el propio shah de Persia, anhelaban la amistad de los portugueses, les enviaban presentes o les rendían parias.