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Tal era el infeliz estado de estas provincias en punto á disciplina, y no mejor el que se manifestaba en órden á la seguridad y defensa de ellas; pues no se encontraban armas, municiones ni otros pertrechos para la guerra, carecian de oficiales y soldados que entendiesen el arte militar: porque, aunque en las capitales de este vasto reino, como son Lima y Buenos Aires, se hallasen buenos é inteligentes, como el fuego de la rebelion se encendió en el centro de las mismas provincias y casi á un mismo tiempo en todas, y la distancia de una á otra capital es mil leguas, cuando menos, no dió lugar á otra cosa que á hacer inevitables los estragos, pues aunque tenian nombrados regimientos de milicias, cuya fuerza se hizo crecer en los estados remitidos á la Corte, se conoció despues que solo existian en la imaginacion del que los formó, tal vez con miras poco decorosas á su alto carácter, por la utilidad que producian los derechos de patentes y otras gabelas.

Art. 4.° Que respeten á los mayores y que estos hagan entrar á sus hijos en las escuelas; haciéndoles rezar á los solteros y solteras el rosario en los sábados, y que no permitan los caudillos de los barrios, permanezcan en las sementeras, los sexagenarios y las preñadas. Art. 5.° Prevengo en este artículo el que no se deshonre al prójimo, y que sus infractores serán remitidos al Juzgado.

Amaneció el Señor y salimos del calabozo. Vímonos las caras, y lo primero que nos fue notificado fue dar para la limpieza, como si en una noche lo hubiera yo ensuciado todo, so pena de culebrazo fino. Yo di luego seis reales; mis compañeros no tenían qué dar, y así, quedaron remitidos para la noche.

Para su conservacion y aumento, se necesita mucho tino y pulso, porque la real hacienda no se halla en estado de gastos, y la multitud de informes y papeles remitidos á la Corte, han entibiado aquel primer fervor con que se promovió, borrando en el real ánimo sus fundamentos y causas, y si ahora no se procura sostener, todo es perdido.

Corria el año 1796, cuando en el puerto de la Guaira, remitidos desde España, desembarcaron Manuel Cortés Campomanes, José Laz, Sebastian Andrés y Juan Bautista Picornell con destino á los presidios de América, como cabezas de cierta conspiracion, cuyo fin era dar á la monarquia española una forma democrática despues de derribar el trono de Cárlos IV, rey incapaz de alcanzarse por sus actos el buen nombre con que su antecesor habla bajado al sepulcro.

Miranda siguió muchos meses en los calabozos de Puerto-Cabello, de donde fué trasladado á Cádiz y con destino al arsenal de la Carraca, que andando el tiempo le vió morir el dia 14 de Mayo de 1816. Juan Pablo Ayala, Madariaga, Mirés y Roscio, patriotas venerables, fueron tambien remitidos á España y encerrados en seguida en los presidios de África.

«Ya vuessas mercedes sabrán, como el Padre Santo y Cardenales avian concedido en la Rota que la Inquisicion de ese reino se diese por privilegios, que los reyes de Portugal havian concedido; y que si el reino fuese de esto contento, se mandasse á los obispos que guardasen el derecho comun, que es lo mas justo y seguro: y que á los presos no se podia dar perdon de ningun modo, sino que remitidos á los obispos juzgarian sus causas, delante de los cuales alegarian las nulidades de los presos, sin quedar relapsos, mostrando los inconvenientes, que habia en tanto número, que la miseria mantenia, y á quien los obispos eran sospechosos: así porque de ellos vienen á ser inquisidores, como porque como ministros del rey han de mirar por su honra, condenando los presos, cuyo número los haze huir, y dudar de dar perdon al Reyno.