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Me contesta el doctor, que está con él, y dice que para ver que él no es tan simple, lea yo su receta, que, después de bien estudiada, ha puesto doña Rita bajo la peana de aquel reloj de chimenea. Veamos.

Miró el reloj. Eran las tres. Se volvió a tender en la cama, pero con los lamentos no se pudo dormir y le pareció mejor levantarse. Se vistió y se acercó a la alcoba próxima, y miró por entre las cortinas. Se veía vagamente a un hombre tendido en la cama. ¿Qué le pasa a usted? preguntó Martín. Estoy herido murmuró el enfermo. ¿Quiere usted alguna cosa? Agua.

El reloj de la torre llamada el Miguelete señalaba poco más de las diez, y los huertanos juntábanse en corrillos ó tomaban asiento en los bordes del tazón de la fuente que adorna la plaza, formando en torno al vaso una animada guirnalda de mantas azules y blancas, pañuelos rojos y amarillos ó faldas de indiana de colores claros.

Tradición es, y aun lo afirman algunos historiadores autorizados, tales como Méndez Silva y Mariana, que el primer reloj de torre que se conoció en España lo tuvo Sevilla y que éste se instaló en 1400.

Al salir del coche, con el rostro encendido, más hermosa que nunca, le dijo: Sube un momento: tengo que darte el reloj de Irene, que se le ha olvidado ayer. Emilio la subió del brazo y entró con ella en su gabinete. Mientras tanto, Irenita llegaba a casa en un estado de agitación fácil de comprender en una niña tan sensible y enamorada de su marido.

Ya son las doce añadió mirando un reloj. ¿Sabes que no se siente por ahí todo el ruido que fuera de desear? Por aquí no vendrán, señor. Ya saben que está aquí la Guardia Real, que no admite bromas. Ya la Guardia sabe lo que tiene que hacer: acercarse aquí y no hacer manifestaciones en favor de nadie. Después....

En este tiempo dio el reloj la una después de medio día, y llegamos a una casa, ante la cual mi amo se paró y yo con él y, derribando el cabo de la capa sobre el lado izquierdo, sacó una llave de la manga y abrió su puerta y entramos en casa.

I, párrafo 13, aunque refuta por vana la tradición del Reloj, que Fray Gonzaga de origen Relig.

Después de algunas dilaciones, se la concedieron. Me acuerdo de cuando fue allí. Era un señor muy seco y estirado, con chupa de treinta colores, muchos colgajos en el reloj, gran coleto, y una nariz muy larga y afilada, con la cual parecía olfatear a las personas que le sostenían la conversación.

Sobre eso ya sabes cuáles son mis ideas replicó él de buen humor . ¿Crees que han variado desde que estoy enfermo, y que los hombres piensan de un modo cuando tienen el estómago como un reloj, y de otro cuando la maquina principia a descomponerse?