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Y aun no se había disipado el humo del último disparo, cuando una estridente carcajada sonó en los oídos de los dos hombres estupefactos: Beatriz se había puesto de pie bruscamente, rígida, los ojos con expresión de espanto, abrasados por el siniestro relampaguear de la locura; balbuceó algunas palabras ininteligibles, luego estalló de nuevo su espasmódico reír, reír tan salvaje, reír tan continuo que parecía repetido en la circunvecina campiña por las deidades mismas de lo horrible.

Cerca ya del fin, el espíritu de D. José volvió a relampaguear, diciendo con expresión enamorada y caballeresca: «La amé y la serví... Fui su paladín... Mas ved aquí que la ingrata abandona la real morada y se arroja a las calles. Vasallos, esclavos, recogedla, respetad sus nobles hechizos. Tan celestial criatura es para reyes, no para vosotros.

Si Clotilde respiraba fuerte o se movía, haciendo crujir levemente sus ropas, Julia, alzando súbito la cabeza, quedábase mirándola, con las pupilas incendiadas por un relampaguear indefinible y extraño, tan extraño, que nadie hubiese podido decir si era expresión de odio o muestra de terror.

En esta época el cielo se cubre de parduzcas nubes, que luchando entre , efecto de sus encontrados fluídos, se desgarran con ensordecedor estruendo y continuado relampaguear, sembrando el terror en los habitantes, que á veces perecen á los efectos mortíferos del rayo.

Arrojado al mar un objeto cualquiera, se le ve como despedir brillantes chispas, y si un buque navega por esas aguas, a proa, a popa, a babor y a estribor se le ve relampaguear y como adornarse de espléndidas orlas de lucecillas azules, rojas y verdes, lanzando por la popa como un penacho de fuego que prolonga sus encendidas plumas hasta larga distancia.

Pero la animación principal de aquel cuadro era un centellear de ojos y un relampaguear de alegrías divertidísimo.

A me zumbaron los oídos, y no pude saber lo que el hombre contestó; sin embargo, me di cuenta, así en general no más, de que ya no podría extasiarme a la sombra de los espinillos florecidos viendo cómo las lagartijas se correteaban sobre la cresta de los hormigueros, haciendo relampaguear sus armaduras brillantes, ni pasarme las horas muertas, escuchando el contrapunto de las calandrias y de los zorzales, estimulados por el lamento de los boyeros parados al borde de sus nidos, colgados allá en la extremidad de los gajos más altos y flexibles de los molles y coronillos .