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Claro que cuantos más de estos sencillos artefactos venían a mi poder, las torturas eran mayores y más prolongadas. Llegó al punto que no podía ver uno en poder de alguna señorita, que se relacionase más o menos con conocidas mías, sin sentirme acometido de congojas y sudores fríos, y alguna vez de calambres y náuseas.

Don Rosendo esperaba, como era natural, que le hablase del periódico. Nada: Maza no hizo la menor alusión a él. Esto comenzó a desconcertarle y a hacer violenta su situación. La conversación giraba de un punto a otro sin tocar en nada que se relacionase con la prensa. Al fin don Rosendo, algo acortado y enseñando toda la pasta de sus dientes, le dijo: ¿No ha recibido usted El Faro?

Se trataba del señorito de Ulloa, de su habilidad para tumbar perdices, y sin que Julián adivinase la causa, se pasó inmediatamente a hablar de Sabel, a quien todos habían visto por la mañana en el corro de baile; se encomió su palmito, y al mismo tiempo se dirigieron a Julián señas y guiños, como si la conversación se relacionase con él.

En el mundo sólo tenía importancia lo que se relacionase con él. ¡A ver cómo no reventaban todas las gentes por cuya triste situación se preocupaba su primo! Si él era infeliz con toda su fortuna, ¿por qué habían de ser dichosas semejantes garrapatas?... Otra vez volvió á hacerse un largo silencio entre los dos. Terminaba la tarde; á lo lejos sonaba la sirena de un vapor.

Tristán los sentía cada día más rabiosos del marquesito del Lago. Este chico, sin darse cuenta de ello, hacía lo posible por mantenerlos vivos; se juntaba a Clara en cuanto tenía ocasión y no sabía luego apartarse de ella. Era seguro que no hablaba más que de caza y lo que con ella se relacionase, pero el obcecado Tristán hallaba en estas conversaciones un sentido misterioso.

Una mancha en su conciencia, respecto á cualquiera cosa que se relacionase con sus deberes de empleado, habría atormentado á una persona semejante, del mismo modo, aunque en un grado mucho mayor, que un error en el balance de una cuenta, ó un borrón de tinta en la bella página de un libro del Registro.

Comprendía a la Virgen, a Jesucristo y a San Pedro; les tenía por muy buenas personas, pero nada más. Respecto a la inmortalidad y a la redención, sus primeras ideas eran muy confusas. Sabía que arrepintiéndose uno, bien arrepentido, se salva; eso no tenía duda, y por más que dijeran, nada que se relacionase con el amor era pecado. Sus defectos de pronunciación eran atroces.