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Después de haberlo colocado delicadamente sobre los frágiles hombros, Juan retrocedió, diciendo con admiración: ¡Parece usted una reina, María Teresa! Ella se sonrió, y le tendió las manos: Pero muy pobre reina, pues no hacerme obedecer. Juan la acompañó hasta el coche, donde se hallaban ya la señora Aubry y Diana.

«Hijita querida: ¿Qué significa el tono de tus últimas cartas? Hace tres semanas parecías tan feliz en medio de la gloria y la alegría de tus éxitos sociales. No, no, Reinita, la felicidad no es un mito, y será tu herencia; pero en este momento la imaginación te domina, te ofusca, y por consiguiente, impídete ver con claridad. No has seguido mi consejo, Reina; has abusado de tus fogatas, ¿verdad?

Pues bien; lo que más urge ahora es desenredar este misterio de la reina, ver claro: saber cómo, por dónde puedan entrar personas extrañas en la cámara de la reina, y cómo la misma reina puede salir sin ser vista de nadie. Hay ciertos pasadizos en el alcázar que han estado á punto de causarnos graves disgustos.

Pero en aquel caso la buena reina estaba martirizada por la cruel y egoísta aristocracia, de donde venía que simpatizase en principio con el vulgo, con el populacho, con los descamisados; y decimos en principio, porque ninguna idea del mundo, unida a todo el despecho de su corazón, le hubiera hecho tolerar la grosería y suciedad de las personas bajas.

En Suches, por ejemplo, que está al oeste de la cordillera, reina un cielo enteramente raso; su temperatura es seca, y en el verano solamente, desde el mes de diciembre hasta el de marzo, caen algunos aguaceros ó un poco de granizo. Entretanto, si se pasa al otro lado de la cordillera, se halla, poco mas ó ménos á la altura de tres mil varas sobre el Oceano, un nivel permanente de nubes.

Sólo turbaban mis reflexiones el caer de las gotas de agua que doblegaban las hojas con su peso y el olor de la tierra húmeda que me recordaba las mejores horas de mi vida. De tiempo en tiempo, decíame el cura: Pero sabes que es curioso. ¡Qué cantidad de babosas! ¿Creerás, Reina, que he encontrado ya más de quinientas?

Mi tía me echó de la casa y mi tío se desapareció. Yo estaba enferma, y Juárez me dijo que si me iba con él, me llevaría a baños. Decía que ganaba montes y montones en las romerías, y que yo iba a estar como una reina. No se podía casar conmigo porque era casado, pero en cuantito que se muriera su mujer, que era una borrachona, cumpliría, si señor, cumpliría conmigo.

En efecto, señor, y me habéis dado un buen susto dijo la duquesa. Vos no sabíais que en las habitaciones de la reina había puertas ocultas, ¿eh? pues ni yo tampoco. Pero vuestra majestad... si saben... Os diré: nadie puede saber nada, porque he venido emparedado. Dejad, dejad que vuelva de mi susto, señor; ¿conque es decir que si no hubiera sido vuestra majestad...?

¿Pero ese difunto... ese difunto de que hablábais?... dijo Montiño levantándose. Ha sido un paje. ¡Ah! exclamó el cocinero ¡un paje!... , un paje que se ha comido las pechugas que habían quedado en los platos de la reina y del padre Aliaga. El padre Aliaga está perfectamente bueno exclamó con alegría el cocinero mayor. ¿Que está bueno el padre Aliaga?... ¡, acabo de hablar con él!

Efectivamente, el dia 26 de noviembre de 1504 falleció en Medina del Campo la reina Isabel la Católica, y al siguiente dia ordenó D. Fernando proclamar por reina de España á su hija la archiduquesa de Austria. Las Córtes verificadas en Toro el 11 de enero de 1508, fueron las primeras que juraron á Doña Juana por reina propietaria de los vastos dominios de España.