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Seria, con una importancia un poco afectada, avanza del brazo de Martín, retirando de cuando en cuando los bucles que flotan sobre sus hombros; y cuando echa la cabeza para atrás, toma el talante de una reina, o, más bien, de una muchacha loca de alegría, que va a hacer la reina y que no está muy segura de su papel.

Dominando el mismo malecon, se alzan como elegantes templetes el Casino, el Faro y varios cafés y restauradores, que son los puntos de reunion de la sociedad elegante que va á tomar los baños de Ostende, ó solamente por curiosidad y placer. En cada uno de esos lugares reina la animacion de las familias y los grupos de millares de viajeros.

El Duque se inclinó en señal de asentimiento, e Isabel, haciendo un esfuerzo para sobreponerse a su turbación, tomó la palabra y dijo con voz trémula: Vuestra Majestad ignora... y Su Eminencia el cardenal ha debido de decirlo... Que ese matrimonio merece la aprobación de Farinelli le interrumpió la Reina; e Isabel quedó estupefacta.

Su orgullo, a la verdad, aunque es falta que no merece disculpa, no carecía de fundamento, porque, sobre ser Poldy de nobilísima estirpe y contar entre sus ascendientes a un héroe que peleó en Legnano, al lado de Federico Barba-roja, contra el ejército de la liga lombarda, y a otro que estuvo de cruzado en Palestina, con el impío Emperador Federico II, era ella de por hermosa y discreta y de tan fino temple de carácter y de tales bríos, que parecía una reina y avasallaba todas las voluntades.

Era un caos horrible, de donde la sacaron á ser una gran nación la fuerte mano de la Reina Católica y el genio militar y político de su marido. El remedio que emplearon para curar el mal y trocarle en robustez sana y fecunda no fué menos horrible. En nuestra edad más piadosa y humana, apenas se concibe rigor tan cruel, y aún se pone en duda que fuese indispensable en aquella edad de hierro.

Por estas tres comedias se pagaron 900 reales, á 300 cada una, por orden de la Reina, á petición de Jerónima de Burgos, mujer de dicho autor, pues antes sólo se pagaban á 200 reales. Cristóbal de Avendaño, actor de comedias, representó con su compañía: El labrador venturoso, El infante de Aragón, El rey Angel. Estas tres se representaron en octubre y noviembre.

Verdad es que luego, cuando se casan, no sucede, como en otras partes, que la mujer sigue sirviendo, trabajando y afanando. Aunque sea el novio un miserable jornalero, procura que su novia, no bien llega a ser su mujer, salga de todo trabajo, no vuelva a escardar ni a coger aceituna, y sea en su casa como reina y señora.

No reina la misma uniformidad de pareceres, y aun son muy distintas las versiones respecto á cierta cadena que hermoseaba su chaleco, pues aunque todos convienen en que era de double, hay quien asegura ser alhaja de familia, y haber pertenecido á un magnate de la casa, que fué virrey de Napóles, donde la compró á unos genoveses por un grueso puñado de maravedises.

¡Dame! dijo la reina con ansia ; dame las tijeras y siéntate á mis pies. La joven, admirada y confusa, se sentó á los pies de la reina sobre un taburete de terciopelo. ¡Oh, y qué hermosos cabellos tienes! dijo Margarita de Austria ; tus cabellos me van á salvar, Clara. Y la reina deshacía con mano trémula las gruesas trenzas negras de doña Clara. ¡Oh!

Por la noche fueron todos a casa de doña Casta, quien tomó por su cuenta a Maxi, prodigándole mil cuidados, ofreciéndole golosinas, y tratando de refrescarle el cerebro con una plácida disertación sobre las aguas de Madrid, y sobre las propiedades por que se distinguen las de la Acubilla, Abroñigal, y fuente de la Reina, de las de Lozoya.