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¿Regañar?... Me armaron una escandalera atroz... Por supuesto, yo te negué con más desvergüenza que San Pedro a su Maestro... ¡Qué quieres, hijo..., las circunstancias!... Me preguntaron si te conocía... «En mi vida le he visto», contesté. «Pues ha estado en Marmolejo cuando .» «Pues no he reparado en élNo es fácil que se hayan tragado la bola, porque es muy gorda; pero Daniel no debió de decirles nada.

No se la podía regañar, y en el colegio la maestra tenía orden de no imponerle ningún castigo ni exigir de ella aplicación y trabajo. Si durante el día presenciaba algo que excitase su sensibilidad o se contaban delante de ella casos lastimosos, por la noche lo reproducía todo en su agitado sueño.

Rara vez, y por mil razones, estaban los dos de acuerdo, y la diversión favorita de Raúl era hacerlos regañar sobre un asunto cualquiera y ver la cara asustada del cura ante las réplicas agridulces del notario.

No; estará allí como pupila mientras se resuelva otra cosa... Oigo regañar a la condesa; está descargando su cólera sobre los sirvientes. Voy a tratar de calmarla, ahora que ha consentido en todo. Así que sepa algo nuevo, vendré a decíroslo. Id a vuestro cuarto, Marta, y tratad de descansar de vuestras emociones. ¡Oh! ¡No me atrevo! ¿Por qué? ¿Qué teméis? A la condesa. Irá allí y me castigará.

Cada vez que Minghetti volvía a la escena, la de Reyes ensayaba la repetición del lance que tan bien le había sabido, y las más veces con buen éxito; pues, fuera casualidad, o que el cantante tuviera la costumbre de mirar mucho a los palcos y fijarse en quien le admiraba, y coquetear en toda clase de papeles y circunstancias escénicas, ello fue que el placer solicitado por los gemelos de Emma se renovó en varios trances de los más serios y apurados de la ópera; y eso que el barítono no cesaba de regañar con la Reina, siempre desesperado por la huida a Francia de la otra.

Lo más particular fue que cuando se despidió, el Pituso quería irse con ella. «Volveré, hijo de mi alma, volveré... ¿Veis cómo me quiere?, ¿lo veis?... Con que portarse bien todos, y no regañar. Al que sea malo, no le quiero yo...». vi No se le cocía el pan a Barbarita hasta no aplacar su curiosidad viendo aquella alhaja que su hija le había comprado, un nieto.

Bien puedes también, hermana dijo el general , regañar al loco de Rafael, por haber respondido a ese Monsieur le Baron, a una pregunta por el mismo estilo, acerca de la Cruz de los Ladrones, junto a la Cartuja, que se llamaba así porque a ella iban a rezar los ladrones, para que Dios favoreciese sus empresas. ¿Y el barón se lo ha creído? preguntó la marquesa.

Cristián era el único que nunca había simpatizado con Lea y había hecho todo lo posible para hacerme romper aquella unión, hasta el punto de regañar momentáneamente conmigo y de un modo más definitivo con ella. Sorege, por el contrario, no escaseaba los elogios sobre la bondad, los encantos y la distinción de Lea.

Por fortuna don Manuel José Ramón era la imagen viva de la Providencia, según generosamente daba y repartía, sin quejarse, sin regañar; antes bien, regodeándose de ver tanto gusto y apetito satisfechos. Adoraba a la familia y se recreaba en ella. También él era feliz, porque si algún bien positivo hay en el mundo, es el que sienten mano y corazón en el momento de dar algo.

«Allá voy, muñeca; le decía es justo que después de los trabajos y fatigas del Adviento me yo mis verdes. Viejo y enfermo, este pobre cura todavía tiene ganas de subir y bajar. Además, ¡me muero por ver a mi Linilla! Buena falta me haces aquí. Francisca ya no sirve para nada; cada día está más chocha, y todo se le va en gruñir y regañar. Ni yo me escapo.