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El aspecto de Celestina era tan extraño como el de Refugio, y al mismo tiempo tan semejante al de esta, que no se podría fácilmente decir cuál de las dos era la señora. «Lo probable pensó la Bringas sentándose en el primer sillón que se desocupó , es que ninguna de las dos lo sea». La de Sánchez tenía su hermoso cabello en el mayor desorden. No se había peinado aún.

Cuando no quedó ningún otro sitio que visitar, se arrodilló de nuevo y registró otra vez el agujero. No le quedaba ya ningún refugio inexplorado que lo protegiera un momento más contra la terrible verdad.

, de todo corazón, más cada día.... Como que ya no veo más refugio para mi alma que la religión.... Bueno, pues si eres cristiano ya veremos si debes perdonar o no.

Luego se llevó una mano á los ojos, y apoyando sus codos en las rodillas gimió sordamente: Era mi madre... ¡Mi pobre mamá, que tanto me quería! Hubo un largo silencio. Torrebianca, como si no quisiera mostrar su dolor en presencia de su mujer, se refugió en una habitación inmediata. Elena, ceñuda y malhumorada, le oyó gemir y pasearse al otro lado de la puerta. Así transcurrió mucho tiempo.

En una de las escenas siguientes aparece en áspera montaña, por donde va sollozando, cuando siente que se aproxima el momento del parto, obligándola á buscar un lugar de refugio.

Ocupaba con su hijo un pequeño camarote en la cubierta más honda del castillo central. En otro inmediato vivía el maestro Eichelberger, que no se retiraba hasta cerca del amanecer. Ella iba a dormir con sus recuerdos, a soñar con Fernando. Se llevaba a su profundo refugio la felicidad de la mejor noche de su vida. Lo juraba... «Y ahora, adiós

Aunque al principio la jaca se rebeló un poco, puesta ya en la carretera, con la querencia de la cuadra de Sarrió, donde estaba generalmente, anduvo bastante bien. La joven ordenó al criado que la llevara a casa de don Rudesindo, con cuya señora mantenía bastante relación. Allí se refugió, y estuvo hasta que su padre, dos o tres días después del suceso, la llevó a Madrid.

La santa casa que habitaba era, a su parecer, un puerto de refugio contra el oleaje infernal de la malicia humana.

Su discreción era tal, que le hacía presentir los sucesos. De seguro que había salido, adivinando una visita próxima que no podía ser más lógica. Andaría por las calles en busca de noticias. Desnoyers calló también, aceptando favorablemente su silencio. Habían salido del jardín, y ella miraba en torno con inquietud, asustada de verse en plena calle al lado de su amante y buscando un refugio.

Al verla salir de la casa, ocurriole a Rosalía la atrevidísima idea de acudir a ella... ¡Qué horror! Esta idea fue al punto rechazada por ignominiosa. No, antes de humillarse tanto y perder tan en absoluto su dignidad, la Bringas prefería que su marido le diera el gran escándalo y le dijese cuanto había que decir... ¡Buena pieza era la tal Refugio!