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Con permiso de ustedes dijo el mozo colocando en la mesa tres vasos de leche amerengada coronados de canela, y un cestito de paja lleno de barquillos. Clara y Lola se pusieron a chupar su refresco, comprendiendo que no debían oír el diálogo de su madre y hermano.

El hombre virtuoso es el más sabio, porque conoce el camino para llegar a Dios y lo sigue. Estas verdades se impusieron pronto a su espíritu y le previnieron contra su curiosidad científica y le impulsaron a sofocarla. Alentado por los consejos y por el ejemplo de su maestro, había matado la sed de conocimientos con el refresco de la oración y la penitencia.

Volviéronse, con esto, a sentar a comer de los despojos que había dejado el enemigo, muy de espacio, y estando en los postreros lances de la comida, entraron algunos mozos de mulas en la venta, llamando al Güésped y pidiendo vino, y tras ellos, en el mismo carruaje, una compañía de representantes que pasaban de Córdoba a la Corte, con ganas de tomar un refresco en la venta.

Cangapol hijo de Cacapol, fué perseguido y alcanzado; pero los españoles no se atrevieron á atacarle, aunque eran dos veces mas numerosos, porque ellos y sus caballos estaban de tal modo cansados, en una marcha de 40 leguas, sin tomar refresco alguno. Los moradores de Buenos Aires, teniendo aviso anticipado de este ataque, por los fugitivos, se vieron en la mas terrible consternacion.

Se abrió, dando paso a una ráfaga de viento cargada de lluvia, que hizo estremecerse las luces del candil y refrescó el denso ambiente de la cocina. Iluminóse con el resplandor de una exhalación el negro rectángulo de la puerta, y todos vieron en ella, sobre el cielo lívido, una figura encapuchada, una especie de penitente, chorreando lluvia y con el rostro casi oculto.

Partió alegre la gente con el refresco, y en pocos dias la armada arribó á Constantinopla, por el mes de Enero indicion segunda, segun Pachimerio, con universal regocijo de la ciudad viendo las armas que les habian de amparar, y defender. Andronico, y Miguel Emperadores, y toda la nobleza Griega, con mucho amor y muestras de sumo agradecimiento les recibieron, y honraron.

Domingo 30, tampoco se hizo cosa, y á las ocho de la noche refrescó demasiado el viento por el nord-este, levantando grande marejada, que se aumentó por instantes, rodeando por el oeste, hasta parar en un sud-oeste furioso, que los puso en gran peligro, y obligó á capear con solo la mesana, arreadas la antena mayor y la del trinquete.

D. Marcelino se empeñó en que se apeasen para descansar un poco y tomar algún refresco, pero el señor conde se negó completamente, y D.ª Feliciana entonces salió con una bandeja de dulces y unas copas de Jerez á la calle. El señor conde no quiso probar nada: la señora condesa tomó una rosquilla de Santa Clara, y pidió después un vaso de agua.

No desmintiendo éstos la hospitalaria tradición campesina, hicieron pasar a los visitadores, quieras no quieras, al comedor, donde un mármol se hubiera reído también observando cómo la mesa del refresco, la misma en que comían a diario los dueños de casa, tenía dos escotaduras, una frente a otra, sin duda destinadas a alojar desahogadamente la rotundidad de un par de abdómenes gigantescos.

Mientras los sabios antropólogos se solazaban experimentando esa inefable alegría del que se siente en posesión de la verdad entre tantos seres como se hallan sumidos en el error, nuestra antigua conocida D.ª Rafaela saboreaba sola, como siempre, en una mesa su invariable refresco de grosella.