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Quedóse parado delante de la palangana, en mangas de camisa y sin saber qué hacer, hasta que, convencido de la imposibilidad de refrescarse con agua, quiso al menos tomar un baño de aire, y abrió la vidriera. Lo que abarcaba la vista le dejó encantado. El valle ascendía en suave pendiente, extendiendo ante los Pazos toda la lozanía de su ladera más feraz.

Delante del monumento se extendía el espacioso llano, donde después se ha construído la calle de Reyes Católicos, y este lugar era en extremo concurrido por los desocupados y paseantes, que allí acudían á tomar el sol en invierno y á refrescarse en las noches del estío.

Clara con los ojos cerrados y una leve sonrisa divina esparcida por su rostro no se hartaba de oírle. Cuando llegaron a Madrid anochecía. Las calles rebosaban de gente: las luces de los faroles comenzaban a encenderse y despedían una claridad blanca azulada al chocar con la del crepúsculo. La gran ciudad abrasada por el calor del día se preparaba con gozo a refrescarse.

Y ahora, a su cuarto la niña para refrescarse la cara, y sobre todo los ojos, que se nos han puesto como dos puños... ¡Y unos ojos tan bonitos!... ¡Por vida de!... ¡Vaya, vaya!... Se nos va a lo mejor el santo al cielo; se deja uno ir detrás a lo tonto, y luego suceden estas cosas tan desagradables... ¡Canástoles!... ¡como si no hubiera tiempo de sobra en la vida para irse diciendo los secretillos más guardados, poco a poco y cuando mejor nos convenga! ¿No es así, hija del alma?... Conque a recogerse y refrescarse un poquito.

Ni el coraje indomable de Angelín de Canzana, que después de refrescarse un poco la cabeza con agua había vuelto á la pelea con más ardor que antes, ni el esfuerzo heroico del Cojo de Mardana ni el cayado fulminante de Tanasio de Entralgo fueron bastante á detener el retroceso gradual de los suyos. Sin embargo, allá enmedio del campo, lejos ya de sus amigos, combatía el magnánimo Quino.

Era el día 12 de julio, y acababa de caer una lluvia huracanada: el aire era pesado; dos focas procuraban refrescarse en el fondo del agua, nadando y dando saltos. Al reposarse, fijaron en , inteligentes y simpáticas, sus suaves ojos aterciopelados. La mirada era un poco triste: tanto á ellas como á , nos faltaba el idioma intermedio para comprendernos.

Por las mañanas, la gente acudía á los baños del Real á refrescarse, y los mancebos tenían ocasión de acercarse á las zagalas para decirles mil requiebros hiperbólicos, y lo que aún era mucho más grato, para ver sus blancos pies desnudos y observar la graciosa curva de sus formas bajo el leve, flotante, vestido de baño.

»Sea el atrio vasto, espacioso, desahogado: con abundantes y puras aguas para tas abluciones: tal que despues de edificado no haya lengua que ensalce el atrio de Santa Sofía. Descanse todo él sobre una anchurosa cisterna de bóveda subterránea, de modo que el peregrino de tierras de Asur, al refrescarse á la sombra de sus naranjos se crea transportado á los pensiles de Babilonia.

Prosiguieron en silencio su camino, y poco antes de llegar a G..., se detuvieron en un ventorro a refrescarse. Había allí un hombre de baja estatura y recias espaldas que paladeaba un vaso de vino para marcharse también. Este hombre trabó inmediatamente conversación con ellos, lo que no es raro en España. El ingenioso Sánchez aprovechó la ocasión para pedirle datos acerca del reo que iba a ver.

Durante la primera le dominaron los recuerdos confusos del pueblo con sus faenas y labores; acordábase de las conversaciones en que la tierra era la preocupación de todo el año, y empeñándose mentalmente en resucitar sus impresiones, se esforzaba en reconstruir, con reminiscencias vagas y sensaciones olvidadas, aquellos días que no habían de volver jamás; las lluvias primaverales que hacían entrever los carros repletos de doradas gavillas; el estío con las llanuras serpeadas por surcos que parecían encender el aire en la irradiación de sus terruños abrasados; el otoño con sus frutas mal sujetas a la cargada rama, convidando al paladar a refrescarse con su azucarado jugo; las tardes con sus vientecillos impregnados de perfumes, y las calladas noches envueltas en misterios, poblaban su pensamiento de ensueños indecisos.