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Con lo cual, y cierto ungüento que se da, refrescan y limpian sus cuerpos sin que se extrañe en Sevilla el irse á bañar unas y otras damas cuando no quieren ir disimuladas, por ser este uso en ellas de tiempo inmemorial

La latente humedad que originan las intermitencias de calórico y agua es sumamente sensible dando las observaciones higrométricas un resultado apenas concebible; humedad que parece imposible no quebrante la salud, lo que se explica únicamente recordando las brisas que refrescan la isla de playa á playa y que moderan la percepción del calórico que marcan los termómetros.

Así iba yo en mi cab al salir del club de Picadilly... sólo que mi cab corría como una exhalación y estos carruajes andan poco y parece que se deshacen sobre los adoquines. ¡Y cómo se me refrescan las memorias...! Parece que estoy mirando a aquella prójima que se me apareció una noche en Haymarket, al salir de aquel Bar... ¡No me ha ocurrido otra...! ¡Y cómo se parecía a esta tonta de Aurora Fenelón!

Un pequeño campo le provee de arroz para su morisqueta; el río le brinda con la riqueza de sus pescados; el coco, le ayuda con las múltiples aplicaciones de sus hojas, sus jugos y sus fibras; el chile, fortifica su organismo; las hebras del abacá, cubren su cuerpo; las esbeltas cañas y los trepadores bejucos, le dan albergue; los verdes nipares, bebidas alcohólicas; y por último, refrescan su sangre los poéticos tamarindos.

Cada patio tiene en el centro una preciosa fuente de mármol con surtidores que refrescan el aire, y en todo el recinto se ven grandes jarras de gaspe, de porcelana, etc., conteniendo arbustos delicados, macetas de jazmines, rosas y claveles, naranjillos en flor, enredaderas ó parásitas, que embalsaman aquella atmósfera embriagadora.

Cuando se encuentran se abrazan estrechamente; el agua llama hacia la sal, y la sal, toda llena de ternura, se deshace en los brazos del agua... ¿No has visto nunca en el verano cómo desciende la lluvia en esos turbiones rápidos que refrescan y esponjan la verdura?

¡Amásteis á mi madre! La amé... ¡oh! , como yo podía amar á una mujer que había conocido amando á otro, con toda mi caridad, y cuando digo con toda mi caridad, digo con todo mi corazón; la amé... ¡oh! , mucho, mucho... pero era un amor que no me inquietaba... porque nada quería... más que proteger á tu madre... consolarla, y protegiéndola y consolándola, y viéndola vuelta hacia como su único consuelo... mi amor recibía toda la recompensa que podía recibir... y al mismo tiempo... aquel amor puro, tranquilo... aquel cuidado de una pobre enferma, me alentaba... me reconciliaba con la vida... cuando perdí á tu madre, me encontré solo... salí del panteón con el corazón oprimido... por el momento no pensé en nada... pero luego... el frío de las noches de invierno, la lluvia, refrescan la sangre, y cuando la sangre que arde se refresca, el pensamiento se calma y la razón sobreviene... pensé y vi que no estaba solo en el mundo... que vivías ... que te habías quedado sola en tu cuna... tenía una hija... una hija de quien Dios me encargaba... y yo no tenía dinero... no esperaba tenerlo en mucho tiempo, porque había empeñado mi soldada por mucho tiempo... para enterrar á tu madre.

Probablemente, no; pero esto no importa. Le quitan el polvo, lo refrescan, lo varían y le dan un interés nuevo. Si los revolucionarios pudieran cambiar de planeta de vez en cuando, e irse a pasar una temporada con los marcianos o con los selenitas, el mundo, seguramente, no sufriría tantas transformaciones.

Algunas vetas de agua, escapadas de los azudes y presas que refrescan la vega, serpenteaban formando curvas ó islas en un suelo polvoriento, ardoroso, desigual, que más parecía de desierto africano que lecho de un río. A tales horas estaba todo él blanco de sol, sin la menor mancha de sombra.