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Su alma, toda su alma está en esa cuartilla de papel como la palma de la mano, que tiembla en la punta del instrumento, sujeta por dos dientes de cobre. «Uno, dos, tres: empiecen.» A eso lo reducen todo esas gentes sencillas; los aires nacionales que tocan, jamás les producen nostalgia... ¡Ay! A , que no soy de la charanga, aquella música me entristece y me alejo...

Las faenas de los pueblos se reducen a podar, arar y carpir los algodonales, recoger el algodón, resembrarlos cuando se han perdido muchas matas, o sembrarlos de nuevo cuando se envejecen o hay necesidad. Las sementeras de trigo, maíz y toda clase de legumbres se verifican en la misma conformidad que el cultivo de los algodonales.

Valua ó varua ó simplemente valu tendría el sentido de espacios dos, refiriéndose á dos manos unidas que tenemos que suponerlas así desde que descubrimos el sentido de pitó y delapan: los dos espacios ó vacios ocasionados por la falta de dos dedos, reducen á ocho los que quedan para contar en ambas manos.

¡Qué bonitas! La mujer del pueblo es más varia. Tenemos las artesanas y del pequeño comercio; tenemos las labradoras que viven en el Albaicín, en las Huertas, en el barrio de San Lázaro y en todos los arrabales; y tenemos la inmensa falange de criadas de aquella población donde apenas hay criados masculinos. Estos bailes y estos cantos son estrictamente nacionales y casi se reducen al fandango.

Que sus habitaciones se reducen á cuevas practicadas en la tierra: que en el continente hay avestruces, conocidos entre ellos con el nombre de Talcke, y que ademas se encuentran animales cuadrúpedos, nombrados Casoni, que se cree sean venados ó vicuñas.

Hemos interrogado á varios contemporaneos del P. Morillo, y todos los datos que nos ha sido posible adquirir acerca de su persona se reducen á los siguientes. Nació en el reino de Andalucia, y vistió temprano el hábito de los Recoletos. Movido del deseo de emplearse en la conversion de los infieles, pasó á América, donde llegó á ser prelado de su órden en la provincia de Salta.

Considerando detenidamente la construcción moral de un gran pueblo, se puede observar que lo que se llama profesiones conocidas o carreras no es lo que sostiene la gran muchedumbre: descártense los abogados y los médicos, cuyo oficio es vivir de los disparates y excesos de los demás; los curas, que fundan su vida temporal sobre la espiritual de los fieles; los militares, que venden la suya con la expresa condición de matar a los otros; los comerciantes, que reducen hasta los sentimientos y pasiones a valores de bolsa; los nacidos propietarios, que viven de heredar; los artistas, únicos que dan trabajo por dinero, etc., y todavía quedará una multitud inmensa que no existirá de ninguna de esas cosas y que sin embargo existirá: su número en los pueblos grandes es crecido, y esta clase de gentes no pudieran sentar sus reales en ninguna otra parte; necesitan el ruido y el movimiento, y viven, como el pobre del Evangelio, de las migajas que caen de la mesa del rico.

Cuanto hay en el órden intelectual, se puede encerrar en las categorías; las que, ora se adopten las de Aristóteles, ora las de Kant, ú otro cualquiera, siempre se reducen á muy pocas.

Nuestro deber y nuestro derecho se reducen a obtener y mantener el placer, que es la razón, el origen, el fin de la vida; mientras tu placer está en el mío, nos amamos; cuando ya no bastamos el uno para el otro, el amor termina. pronuncias otra sonora palabra: el Honor. ¿ Dónde lo sitúas? Mi honor consiste en decir lo que pienso, en poner de acuerdo mis acciones con mis ideas.

Esto se comprende, habiendo causas externas de lo que se llaman sensaciones: pero si estas se reducen á simples fenómenos internos, no se puede señalar un motivo razonable.