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Los envilecidos por la explotación, al despertar, buscaban en las doctrinas redentoras la venganza del pasado y el bienestar egoísta, aunque fuese a costa de sus semejantes. Había sembrado la semilla revolucionaria en los parias de la Iglesia, adormecidos en un ambiente de dos siglos atrás.

No negaré, en cambio, que doña Blanca había pecado, y que la ferocidad de su penitencia era peor que el pecado mismo; que Pepita Jiménez fué demasiado coqueta y más apasionada de lo razonable, y que una vez enamorada no sabía contenerse, y se disparaba como una pistola al pelo; que María, la inmortal amiga, se abandonó a su pasión como si no hubiese tenido libre albedrío, como si hubiese sido impulsada por una fuerza irresistible; que Constancita era interesada, calculadora y caprichosa, y que Rosita no reconocía más ley divina o humana que la de su antojo; pero en todas estas mujeres nadie sostendrá lo contrario se advierten, en medio de sus mayores extravíos, tal anhelo de infinito amor, tan dulce ternura y tan fervoroso ahinco de hacer el papel de salvadoras y redentoras, de proporcionar la bienaventuranza o un asomo de bienaventuranza para el hombre querido, aun a costa de la propia condenación, que las perdonamos sin esfuerzo y nos parecen simpáticas.

Usías son la bondad y nobleza misma. ¡Cómo se conocen la alteza del origen y la excelencia de la sangre! ¡Ah! ¡Usías se han puesto de ser redentoras de todos los que en torno mío me abruman á penas, amargando mi vida! ¿Y qué sería de esa pobre niña sin el amparo de usías, cuando las ideas del día han echado en su corazón tan perniciosas raíces?

De su voz al suave encanto de sutiles inflexiones la piedad acariciaba los heridos corazones como un trémolo de liras, como un trémolo de auroras, y el fulgor ultraterrestre que irradió en clarividencias, fulguró como la estrella que orientaba las conciencias 65 a las márgenes lustrales de las iras redentoras.

Veste reticular a cuyas mallas Llega el eco triunfal de las batallas, Velo quizás de nupcias redentoras Que a la patria querida Viene anunciando bendecidas horas De una raza indomable redimida. Y ¡lo que más asombra!... Sus raices nunca, yacen en la sombra. Se adaptan en graníticas fisuras, Desafiando el rigor de las alturas.

En la tardía anunciación del verbo, que gestó en sus entrañas redentoras, sintió la madre aquel afán acerbo, que, sin que ya su corazón taladre, fué sólo las angustias precursoras de la mujer que pronto iba a ser madre! y madre fué; y el hijo que nacía, como bautismo recibió en la frente el ósculo de luz del nuevo día, que ya apuntaba en el extremo Oriente.

Y , hijo y sucesor de Benavides, llegado en pleno siglo iconoclasta, que participas como el viejo Alcides de la verdad de tu divina casta: Sigue esparciendo con la ungida diestra las luminosas gracias de tus cruces, y en el único ideal que el pueblo abraza por obra y gracia de la ciencia vuestra, se hará, al amor de redentoras luces, la transfiguración de nuestra raza.

Mi deseo recuerda tu hermosura, y aumento intensamente mi amargura con el opio sutil de su recuerdo. Porque finges un férvido entusiasmo durante la epilepsia de tu espasmo; porque al hacerte desear, deseas; porque vibran caricias redentoras en tus humildes manos pecadoras, ¡bendita seas, mujer! ¡Bendita seas! Me has herido a traición.