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Yo también veo lo infinito, yo también deliro, yo también sueño, yo también soy generosa, yo también quisiera tener un caudal de felicidad tan grande, que pudiera dar a todos y quedarme siempre muy rica... Mi ideal es ser rica, querer a uno solo y recrearme yo misma en la firmeza que le tenga. Mi ideal es que ese sea mi esposo, porque ninguna felicidad comprendo sin honradez.

Yo tendré ojos, Nela, tendré ojos para poder recrearme en tu celestial hermosura, y entonces me casaré contigo. ¡Serás mi esposa querida... serás la vida de mi vida, el recreo y el orgullo de mi alma! ¿No dices nada a esto? La Nela oprimió contra la hermosa cabeza del joven. Quiso hablar, pero su emoción no se lo permitía.

«Es verdad, se decía, no he de vivir en este egoísmo de recrearme en Dios; necesito, , trabajar más y más en la oración mental y en la contemplación, para ver más y más cada día en esa región de luz en que el alma penetra, pero... ¿y mis hermanos? La caridad exige que se piense en los demás. Ya puedo, ya puedo salir, vivir, sacrificarme por el prójimo; ya estoy fuerte, Dios lo ha permitido».

¿Está usted seguro de que al tercero o cuarto... o vigésimo vuelo, después de metida en las espesuras del mundo, y con más años y más apetitos encima, hubiera caído mejor? Además, hombre, ¡qué canástoles! cuando yo empezaba a recrearme en ella, recién educada con tantas precauciones y tantos cuidados...

Para que los dos seamos uno solo, me falta muy poco; sólo me falta verte y recrearme en tu belleza, con ese placer de la vista que no puedo comprender aún, pero que concibo de una manera vaga. Tengo la curiosidad del espíritu, pero la de los ojos me falta. Supóngola como una nueva manera del amor que te tengo. Yo estoy lleno de tu belleza; pero hay algo en ella que no me pertenece todavía.

»Esta es la pregunta que me hago día por día al ver cómo pierde fuerzas Magdalena y se desvanecen todas mis ilusiones. Le juro a usted, Antoñita, que al entrar por la mañana en su cuarto no le pregunto a su padre por mera fórmula: » ¿Cómo vamos? »Así, que al responderme: «Está peor», me asombro de que no me diga. «¿Estás peor?» »Ya no puedo recrearme en mis ensueños.