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Así, el viajero no recorre ninguno de esos valles sin encontrar uno ó mas campos de batalla donde los Franceses lucharon con prodigiosa energía y audacia contra las fuerzas muy superiores de los generales rusos y austríacos.

Inmenso es el desastre en los valles que la inundación recorre, y transmítese su relato de generación en generación.

La experiencia nos enseña que la perfeccion del tacto recorre una grande escala: en los ciegos la vemos en su punto mas alto; y es probable que el mínimum de su perfeccion en los primeros instantes de su ejercicio, se pareceria mucho al de la vista en el acto de caer las cataratas; tambien los objetos se presentarian en confuso, sin que el sujeto que los experimentara, pudiese apreciar bien sus diferencias, antes que la práctica le hubiese amaestrado en discernir y clasificar.

Bella y soberanamente grandiosa es en este drama, uno de los más notables de nuestro poeta, la manifestación de la senda misteriosa, que recorre la justicia divina para castigar al culpable; y es también excelente la pintura que hace de la fuerza secreta de la sangre, que retiene la mano, ya levantada, del hijo degenerado cuando se presenta su verdadero padre, y maltrata al putativo.

Su madre las conservaba como reliquias en el fondo del armario; se las había enseñado un día, diciéndole: «son los vestidos de tu hermanito muertoDesde el día que ella había abandonado el mundo, los vestidos habían desaparecido. Por lo demás, él no había vuelto a pensar en ellos. Un frío estremecimiento le recorre todo el cuerpo. Ven dice a Gertrudis, que no ha cesado de llorar.

Señor, afírmale la lengua en la demanda de la huesa, que eres sobre toda cosa poderoso!» ¿Para quién reserva Dios la tremenda gloria de acabar la gran mezquita? Para Hixem, hijo predilecto de Abde-r-rahman, jurado ya por todos los walíes como sucesor en el imperio, á quien aclama hoy solemnemente la ciudad de Mérida, cuyas calles recorre con gran pompa y numeroso séquito de caballería.

Mira hacia arriba, y le espanta el camino que aun falta; mira hacia abajo, y le asusta el espectáculo del combate. Y mientras el trabajo recorre el áspero camino paso a paso, ya animoso, ya desfallecido, hay afortunado que, de un golpe de ala, llega a la cima, y desde lo alto ríe desdeñosamente de aquel que pretende subir arrastrándose como la culebra, y le apostrofa y le insulta.

Al oír esta frase siniestra, un escalofrío recorre el cuerpo de Gertrudis. «¿Sabe algo? ¿Se lo ha confesado todo Juan? ¿Ha descubierto por casualidad el secreto?... ¿O no tiene más que sospechas?...» Y desde entonces se llena de terror delante de ese hombre; y se consume de pasión por el otro, a quien ha despedido para siempre.

Yo llevo este mal tan triste porque un gran frío me recorre el cuerpo, y me toca el fuego y no lo siento calentar mi carne muerta. En la noche no se ve nada y se ve una hoguera, y del cielo ninguna cosa baja a la tierra, si no es el agua y el fuego, que tienen una hermandad.... En la cocina resuenan los lloros del niño que mama en el pecho de Paula la Reina.

Aprieta los dientes y fija sus miradas ardorosas en la cortina, atravesada por un débil resplandor rojizo. ¡Juan! grita de nuevo la voz de su hermano. ¿Qué hay? Anda a ver si nuestro carruaje está ahí cerca. Cumple lo que le ordenan. ¡Sólo sirve para hacer recados! Recorre la fila de carruajes y, no encontrando lo que busca, vuelve a la tienda. La cortina aparece levantada ya.