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¿Qué me quiere mi amo? pregunta el viejo colocándose delante de los dos hermanos, sin soltar la pipa de barro que pende y se balancea entre sus labios. ¡Ahí lo tienes! dice Martín golpeando en el hombro al viejo, mientras asoma a su rostro una sonrisa de tierno respeto. ¿No me reconoces, David? pregunta Juan tendiéndole amigablemente la mano.

Marqués respondió Germana , esta señora quiere llevarte a París. ¿Quieres irte con ella? Por toda contestación el niño se echó en brazos de Germana, y dirigió una mirada de recelo a la señora Chermidy. Le queremos todos dijo Germana. Usted también, señora. Es una habilidad. Es natural. Se le parece mucho a su padre. Mírame bien dijo la viuda a su hijo . ¿No me reconoces? No. Soy tu madre. No.

Servia el postillon de pregonero Mucho mas que de guia, á cuyas voces En pie se puso el esquadron entero. Preguntóme Mercurio: no conoces Quien es este gallardo, este brioso? Imagino que ya le reconoces. Bien, le respondi: que es el famoso Gran DON SANCHO DE LEIVA, cuya espada Y pluma harán á Delio venturoso.

«En tal situación prosiguió Juan, hallándose ya en plena posesión de su tesis y con los cubiletes en la mano , yo te planteo el problema a ti... vamos a ver... Figúrate que eres hombre; figúrate que te encuentras delante de aquella infeliz mujer, que te pide socorro, una defensa contra la miseria y la deshonra, y al verla delante, te reconoces autor de todas sus desdichas, porque la perdiste, porque de ti le vienen todos sus males.

Tragomer, entonces, sacó un estuche de pinturas y postizos, hizo sentar á Jacobo y como si le estuviese pintando para un baile, le extendió en la cara un tinte de color de ladrillo. Después le pegó cuidadosamente algunos pelos rojos en la barbilla, y satisfecho de su obra, entregó á su amigo un espejito redondo, diciéndole: Toma. ¿Te reconoces?

Y bien le dijo Oliverio, ¿nos reconoces? No del todo replicó ella ingenuamente. Cuando estaba lejos de vosotros os veía de otra manera. Yo estaba como clavado en mi asiento. La miraba, la escuchaba y por mucho que ella notara en nosotros un cambio, el que yo advertía en ella era aún más efectivo y sin duda más completo, ya que no más profundo. Estaba más morena.

El tenía al lado un aguilucho al decir sus cosas, y yo, a falta del pajarraco, tengo cinco perros que entienden más que muchas personas, y me rodean y me escuchan cuando digo las mías... Porque , Isidrillo, aunque parezca que te pitorreas de mi persona, bien reconoces que tengo algo de sabio. ¿Quién puede dudarlo? exclamó Maltrana con tono zumbón . Por algo te llamo Zaratustra.

Tus ultimas ordenes quedan fielmente ejecutadas. ?Quien es este audaz? iun mortal! itemeraria criatura, pon la rodilla en tierra y adora! Este hombre no me es desconocido, es un poderoso magico cuya ciencia es temible. Arrodillate y adora a Ariman, vil esclavo, ?no reconoces a nuestro senor y al tuyo? Tiembla y obedece. Arrodillate, hijo del polvo vil, y teme nuestra venganza.

Reconoces que tengo razón, y que eres de las que se componen para disimular y esconder sus maldades... No diré que sean precisamente maldades, tanto no. Soy generosa en esto como en todo, y diré flaquezas... pero ¡qué flaquezas!

VERÓNICA. ¡Oh, qué bestia eres! ¿Acaso no ves? ¿Acaso no me reconoces? ¡Oh, querido mío! Hace treinta años que te espero. ¡Aduéñate! PABLO EMILIO. ¿De qué? VERÓNICA. ¡Pues de ! ¡Soy tuya! ¡Dios mío, qué bestia eres! PABLO EMILIO. ¡Pero ésta no es ella! VERÓNICA. , soy ella. PABLO EMILIO. ¡Ca! VERÓNICA! PABLO EMILIO. ¿Vos? ¿Vos sois la que?...