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Si lloraba la pobre postulante, no lloraba menos el cielo, concordando con ella en sombría tristeza, pues la llovizna que a caer empezó en el momento de la recogida, fue creciendo hasta ser copiosa lluvia, que la puso perdida de pies a cabeza.

La muchedumbre arrodillada sobre el césped asiste recogida y silenciosa al santo sacrificio mientras la brisa de la montaña agita las hojas de los árboles y refresca suavemente sus sienes. Demetria, de pie como sus tres compañeras al lado de la Virgen, había encontrado los ojos de Nolo posados sobre ella.

Aquellos tiempos han pasado enteramente; el salteador de estilo heróico ha cerrado sus estudios en casi toda la península española, y su herencia ha sido recogida en las ciudades por hijos mas distinguidos y civilizados.

Al verle con su blusa blanca que dejaba ver los pliegues de la recogida sotana, con el sombrero de jipi, el paño de sol y el abierto paraguas, se me antojó el tipo más hermoso del cura de aldea. Pálido y expresivo el rostro, naricilla aguileña y muy dulces los azules ojos, el buen sacerdote me cayó en gracia.

Concluyó, no obstante, por dar suelta a la lengua y referirles las mil iniquidades que la señora de Quiñones cometía con la niña recogida. Quedaron horrorizadas. Los Quiñones eran la gente más poderosa de la población; D. Pedro, jefe del partido gobernante, en la provincia; las autoridades, hechura suya o sometidas a su influencia. Todo se taparía enseguida y quedaría como antes.

Una noche la infeliz esposa se encontraba ya recogida en su lecho, cuando la despertó don Fernando pidiéndole el anillo nupcial. Era éste un brillante de crecidísimo valor. Evangelina se sobresaltó; pero su marido calmó su zozobra, diciéndola que trataba sólo de satisfacer la curiosidad de unos amigos que dudaban del mérito de la preciosa alhaja.

¡Tan hermosa y tan rica!... Pues se asegura que no tenía nada... que era una pobre muchacha que, en un momento de desesperación amorosa, intentó suicidarse, arrojándose al agua, y que fue recogida por el anciano Duque... Eso es una verdadera novela.

Confiesa él mismo que improvisó la redacción, y que durante los meses de mayo y junio fué publicando sus entregas El Progreso, a medida que Sarmiento las escribía. El fondo del relato biográfico lo constituían sus propios recuerdos y el testimonio de la tradición oral, recogida en cartas y conversaciones de los proscriptos más ancianos.

Enfrente del cantor estaba erguido, como siempre, don Modesto Guerrero, escuchando en actitud grave y recogida, idéntico al Mentor respetable que adornaba la pared, sin más diferencia que estar muy bien afeitado, y con su hopito muy liso, tieso y perpendicular.

A la espalda, y ceñida por los pechos, traía el uno una camisa de color de camuza, encerada, y recogida toda en una manga; el otro venía escueto y sin alforjas, puesto que en el seno se le parecía un gran bulto, que, a lo que después pareció, era un cuello de los que llaman valones, almidonado con grasa, y tan deshilado de roto, que todo parecía hilachas.