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Yo intenté convencer a mi madre de que Mary no tenía edad para reflexionar; si había ido a pescar calamares con la hija del torrero, probablemente no sería por capricho, sino más bien por necesidad. Mi madre no se convenció, y me dió a entender que, si la chica se quedaba huérfana, no estaba dispuesta a recogerla. ¿Aunque se pruebe que es tu sobrina? Si se prueba eso, la llevaremos a un colegio.

Había prometido á su querida que la llevaría á la corrida y, al efecto, tenía comprados dos asientos de delantera de grada. Salió á dar una vuelta, quedando en venir á recogerla á la hora conveniente.

La bolsa de los corporales con el cuerpo del divino Redentor yacía sobre la paredilla de un prado. El P. Gil se apresuró a recogerla, se la colgó de nuevo al cuello, y después de orar un instante hincado de rodillas, siguió su camino sin separar los ojos del suelo.

Creía que era su padre que venía a recogerla a bofetadas y a puntapiés como solía. Dime, hija mía... ¿has visto pasar dos coches? ¿Para dónde? contestó ella poniéndose en pie. Para arriba... uno con dos caballos y otro con cuatro con cascabeles... hace poco....

Pero en las pródigas Encartaciones el hierro forma montañas enteras: la explotación es á cielo abierto; sólo se necesita hacer saltar la piedra, recogerla y trasladarla, cavar, romper como en la tierra del campo, y el bracero, empujado por el hambre, llegaba continuamente en grandes bandas á sustituir sin esfuerzo alguno á todo el que abandonaba su puesto protestando contra el abuso.

«Ana, la hija de la modista, había caído en cama; estaba sola, en poder de criados; no había más remedio que ir a recogerla. Ante aquella muerte concluían las diferencias de familia». «Muerto el perro se acabó la rabia», había dicho uno de los nobles de Vetusta. Doña Anuncia y don Cayetano encontraron a la joven en peligro de muerte.

Estoy en la de una persona de toda respetabilidad, hasta tanto que no se me conceda el más cordial beneplácito para unirme ante Dios al que ya es dueño de mi libertad. Si este mi deseo vivísimo les merece una respuesta favorable, diríjanmela por el correo, que yo cuidaré de recogerla en la lista.

Apenas empiece a salir por la boca de la culebra la refinada quinta esencia, acudiré a recogerla en la misma copa en que bebiste la poción preparatoria, y la beberás sin vacilar. La beberé con ansia contestó Fray Miguel para apagar la sed de vida y de juventud que me devora. Todavía me incumbe decirte interpuso el Padre que no quiero, cuando te remoces, dejarte ir solo por esos mundos de Dios.

Oculto tras de las cortinas, y con el corazón lleno de angustia, esperé su vuelta. De pronto vi que entraba, y al advertir que no le acompañaba nadie, respiré con libertad. Ligera y juguetona como siempre, recorrió en todos sentidos su aposento sin tropezar con mi carta, hasta que por último quiso la casualidad que pusiera el pie encima. Entonces se inclinó para recogerla. Yo estaba en ascuas.

Tendría gracia que fuese yo capaz de recogerla de los brazos de otro, cuando ahora es mía, y nada más que mía. Eso sería lo mismo que no saborear un buen plato, dejar que se lo llevaran a la cocina, y cuando lo hubieran catado y pringado en él los criados, volver a pedirlo para chuparme los dedos de gusto. ¡Qué mal organizado está el mundo!