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Es estrecha y hace una porción de vueltas, con recodos bruscos que le prestan carácter misterioso y poético. Transita por ella poca gente, y está habitada en general por familias bien acomodadas, a juzgar por los suntuosos patios que a derecha e izquierda se ven al través de las cancelas. La casa de doña Tula ocupaba uno de los rincones más solitarios.

Y si los famosos naranjales parecen un tanto monótonos, en cambio los abrigados recodos do domina la vegetación africana, áloes y cactos, los campos de setos exquisitos sembrados de mirto y de jazmín, por último, las odoríferas landas agrestemente perfumadas, causan vuestra admiración.

Apolo se halla situado en el centro de una llanura ligeramente ondeada y cubierta de plantas gramineas. Esta llanura, limitada al sud por unas montañas á las que sus valles y los recodos que estos forman, dan un aspecto muy pintoresco, tiene como de cinco á seis leguas de ancho, y su largo se estiende de norte á sud, como de doce á catorce, figurando un cuadrilongo.

Para abreviar el camino, que seria interminable si no se economizasen de algun modo los grandes recodos del rio, y á fin tambien de tener ménos corriente, se atraviesa por unos bañados que se presentan sobre la ribera derecha.

Iba á aprovecharse de todos los recodos del camino; de los altos en ciertos lugares descubiertos para columbrar el golfo fosforescente á través de la arboleda; de los largos espacios de sombra, cortada sólo de tarde en tarde por los reverberos públicos ó las linternas de carruajes y tranvías...

Eternos manzanos en eternas praderas, zanjas y lomas pobladas de arboledas, limitando la vista por ambos lados del camino; cuando más algunos pequeños recodos de gracia campestre, todo me hacía pensar desde la víspera que la poética Bretaña no era sino una hermana pretenciosa de la Baja Normandía.

Adornaban las paredes con dibujos y figuras de colores brillantes, y en los recodos había muchos nichos con jarras y estatuas. Si la casa estaba en calle de mucha gente, hacían cuartos con puerta a la calle, y los alquilaban para tiendas. Cuando la puerta estaba abierta se podía ver hasta el fondo del jardín. El jardín, el patio y el atrio tenían alrededor en muchas casas una arquería.

No debo ocultar que experimenté cierta satisfacción pueril al pensar que conmigo se estaba hasta la una y media y aún más algunos días. Me detuve un instante a ver qué dirección tomaba mi enemigo, y observando que seguía calle abajo, corrí cuanto pude delante, perdiéndome en sus recodos. Cuando di la vuelta a la esquina de la calle de Conteros, me detuve y esperé. No tardó en aparecer.

La inexperiencia, y sobre todo los bríos de la juventud, daban a las muchachas resolución; pero osaron atravesar el campo por un atajo para evitar los recodos de la calle Mayor, y la risa expiró en sus labios y las lágrimas comenzaron a apuntar en los ojos de Carolina. Retrocedieron, y al llegar al camino, estaban abrumadas de fatiga. Volvámonos dijo Carolina.

El camino estaba solitario. Mas al doblar uno de sus recodos, tropezaron de frente con un hombre, vestido de modo singular en aquel país, con levita negra de alpaca, pantalón y chaleco blancos y sombrero de jipijapa. Era D. Jaime, el tío de Rosa.