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Hablo de la exagerada obligación en que se creen los gobiernos de proteger á sus súbditos en país extraño y de pedir, hasta con amenazas, que reciban indemnización de perjuicios que se les causen ó pérdidas que tengan.

Empezó por pronunciar algunas frases corrientes de felicitación y en seguida, seguro de que nadie le veía más que ella, dijo secamente: Vas á marcharte á tu casa y á esperarme. Dentro de media hora iré. Da orden de que me reciban. Lea bajó la cabeza y respondió: Obedeceré. Está bien.

El derecho quiere que todos los hombres den y reciban mutuamente y en forma social el sistema de condiciones permanentes y temporales que su naturaleza armónica reclama, para cuyo fin hay un organismo interior é interiormente relativo y omnilateral llamado Estado.

¿Por qué, sin buscar alivio a mi dolor y a mi llanto, fijo en mi pensamiento, de no quiero apartarlo? ¿No hay, acaso, otras mujeres ni otros amores, acaso, ni otras beldades que amantes me reciban en sus brazos? ¿Acaso en solamente Natura ha depositado la esbeltez y la hermosura y los mayores encantos?

O libertinos sin instrucción, ó alborotadores asalariados. ¿Será preciso quitarles la libertad y no devolvérsela hasta que reciban educación ó castigo? Entonces, ¿habrá libertad para unos, y para otros no? Ha de haberla para todos, ó quitársela á todos. ¿Y es justo renunciar á los beneficios de un sistema por el mal uso que algunos pocos hacen de él?

Cuando las observaciones que dejo hechas no se estimen oportunas al fin que me he propuesto, al menos espero que se reciban como unos sentimientos de sinceridad, y deseos del bien general de la provincia y estado, cuya felicidad he procurado siempre con el mayor anhelo, y por todos los medios posibles.

Reciban, pues, señores, por vez postrera, el sincero testimonio de mi agradecimiento y mi cordial despedida. Habló con voz tan firme y con tal convicción que nadie osó responderle, y después de estrechar en silencio y con muestra de tristeza su mano, se alejaron respetuosamente todos.

Verán ustedes cómo no se pasan muchas horas sin que reciban una carta pidiendo dinero por el niño decía. Le daremos todo lo que poseemos, y si no es bastante no faltará quien nos lo preste. Nada de eso. No hay necesidad. Como ustedes sigan mis instrucciones, yo me comprometo a rescatarlo y a echar mano a los bandidos. ¿Para qué?

He concluido mi tarea, y solo me resta suplicar á los lectores, y especialmente á mis amigos de Filipinas, reciban con la benignidad que de su ilustracion espero, esta muestra de mis desvelos por la mejor felicidad de nuestros hermanos de Ultramar, como me lo prometo de su acreditada induljencia. Valencia 30 de Diciembre de 1841. NUMERO 1.o Observaciones que se citan.