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Como se ve, los que querían empaparse bien de las lecturas y estar con desahogo abonaban una cantidad mensual, la cual era de ocho reales, con los que Tolva atendía al pago de las suscripciones, que llegaron á ser bastante numerosas.

«Para rarezas ... dijo al fin echándose a reír . A ti que te debían enseñar por las ferias... a dos reales, un real los niños y soldados. Cree que ganaba dinero el que te expusiera». Con un cartelón que dijese: «se enseña aquí el hombre más desgraciado del mundo». Por su culpa, por su culpa; hay que añadir eso. Ser desgraciado y no volver los ojos a Dios es lo último que me quedaba que ver.

Durante ellos se informó el Comendador, con el mayor secreto y diligencia, del valor exacto de todos los bienes de D. Valentín. Pasaban de cuatro millones de reales. Bastante se apesadumbró, no debemos ocultarlo, de que D. Valentín hubiese llegado á ser tan rico.

En reinados posteriores, los Tumbagas ocuparon puestos donde bien pudieran haber sido útiles a la Religión o al Rey: uno mandaba en las procesiones el piquete de honor; acompañaba otro, espada en mano, al Santísimo Sacramento; daba éste la guardia al Santo Sepulcro; encargábase aquél, durante el verano, del mando de las falúas de paseo en los estanques de los Sitios Reales.

Los cielos abiertos vio Rosalía cuando Torres le dio estas noticias, y todo pareciole poco, rédito y corretaje, para el gran favor que se le hacía. Con los tres mil ochocientos reales tendría bastante para su objeto, y aun le sobrarían unos seis duros para algo imprevisto que ocurriese. Todo quedaría arreglado al siguiente día 2 de Agosto.

Lo que no corrigieron los 5.000 reales, ni era remediable con todos los tesoros de la tierra, fue la conducta de doña Manuela, que desde la tarde en que Pepe estuvo en el convento acentuó su actitud, fundada en el silencio y el alejamiento del hogar.

A don Ramón se le encandilaban algo los ojos, a pesar de que doña Encarnación estaba presente, y dejó escapar estas palabras: Si te vendieses, aunque en el lugar son casi todos pobres, yo no dudo de que tendrías los ocho mil reales; pero yo no quiero que te vendas. Ni yo tampoco replicó la muchacha . Lo dije por decir. Fue una ponderación.

Por el momento le deslumbró el brillo del brazalete; estaba cuajado de diamantes; su valor debía subir á muchos miles de reales; Juan Montiño se aterró.

Teniente Coronel D. Bernabé San Martin, Sargento Mayor del batallon de artilleria, denominado la Union; el Sr. Dr. D. Manuel Belgrano, Abogado de los Reales Consejos, y Secretario del Real Tribunal del Consulado; el Sr. Coronel urbano D. Gerardo Esteve y Llac, Comandante del batallon de artilleria la Union; el Sr. Dr. D. Juan José Castelli, Abogado de esta Real Audiencia; el Sr.

Vuela pensamiento y diles a los ojos que más quiero que hay dinero. Lo triste del caso fue que aquellos mil reales que el estanquero consideró como el primer filón de una mina quedaron reducidos a la triste condición de prólogo sin libro y preludio sin ópera. He aquí cómo y por qué.