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Acaso el feudalismo se hallara mejor representado si Gonzalito estuviese más provisto de carnes, pero Araceli no parecía echarlas de menos y se decía a misma con razón que en esta época sólo los plebeyos engordan. La interesante joven tenía, sin embargo, una espina en el corazón. El duque del Real-Saludo no la quería por nuera.

La hija de Escudero, persuadida al cabo de que al marquesito del Lago se le paseaba el alma por el cuerpo y que no era más que un hermoso pedazo de carne, enderezó sus tiros al primogénito de los duques del Real-Saludo, Gonzalito. Este no era un pedazo de carne, sino más bien de hueso.

Además allí celebraba largas e interesantes conferencias con el primogénito del duque del Real-Saludo y Elena protegía sus amores y la duquesa los toleraba. La razón de esto último consistía en que sus principios impedían a la duquesa el estar de acuerdo con su marido en ningún asunto de este mundo.

En poco tiempo la hija de Escudero ganó la confianza del primogénito del Real-Saludo. No se pasó mucho más sin que hiciese su conquista. Al llegar a la falda de las colinas que separan los jardines reales de Zarzalejo y la vía férrea hay una fuente en paraje apacible y deleitoso.

Durante la merienda y en ocasión en que el pintor estaba sentado a sus pies sirviéndole con rendido alarde había sorprendido entre las dos niñas del Real-Saludo una mirada muy maliciosa seguida de una risa más maliciosa aún. Quedose seria y mal impresionada y levantándose bruscamente se reunió a otras personas.

Mientras uno es joven una mujer de veinticinco años le hace feliz. Cuando lleguemos a viejos acaso una botella de Jerez de igual edad nos haga el mismo efecto. Pero oye dijo una de las chicas del Real-Saludo al oído de su hermana , ¿Narciso Luna es joven? Naturalmente respondió la otra . ¿No has oído que Marcela Peñarrubia tiene veinticinco años?

A los postres llegaron algunas otras personas del Escorial y de la colonia de Madrid, entre éstas los duques del Real-Saludo y la marquesa viuda del Lago. Había acudido ésta a la fiesta con su padre. Doña Eugenia no había podido venir por hallarse un poco indispuesta.

Sentáronse a la mesa a más de la familia, de Tristán y Núñez, Cirilo y Visita, el marquesito del Lago, su hermana la condesa de Peñarrubia que se hallaba pasando unos días en el Escorial con su madre, Escudero y su hija Araceli, Narciso Luna, muy popular en el mundo elegante y disipado de Madrid, amigo íntimo de la condesa de Peñarrubia, Gonzalito Ruiz Díaz, primogénito de los duques del Real-Saludo que pertenecían también a la colonia veraniega del Escorial y habitaban en un suntuoso hotel de su propiedad, dos hermanas de éste amigas de Clara y de la edad de ella aproximadamente, el farmacéutico Vilches, primo hermano de Elena, con su señora, el paisano Barragán y otros pocos invitados más hasta el número de treinta.