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El jefe miró con desprecio a las turbas; y Pepe, que iba como alférez en su puesto, pensó que acaso tuvieran razón los que dicen que el pueblo es indigno de la libertad.

Es absurdo, por tanto, aplicar á los sainetes de nuestro poeta, como lo han hecho algunos críticos españoles, las leyes rigorosas de la composición dramática, de cuya observancia se exime deliberadamente, por cuya razón desaparecen también las faltas que en este concepto se le atribuyen.

Nuestra gran contrariedad consistía en que nos separaba de él una masa enorme de gente que nunca acababa de salir; así es que, cuando llegamos abajo, en vano mirábamos a todos lados. D. Paco no estaba. Hacíamos preguntas a todos, pero nadie nos daba razón satisfactoria. Quién decía; «le han llevado adentro»; quién «le han llevado afuera».

Cuando regresamos del viaje, no volvió a pedirme el libro, y el otro día, que le habló yo misma de éste, me contestó que no quería leer mi diario. La razón que me dio no me pareció buena: decía que lo que yo había confiado al papel no debía estar muy claro. La verdad es que seguía teniendo miedo de descubrir que no me había parecido bastante joven, que me había agradado poco.

Entonces el desconcierto era la razón del pesimismo; pasaron tres siglos, el cuello fuése acostumbrando al yugo, y cada nueva generación, procreada entre las cadenas, se adaptó cada vez mejor al nuevo estado de las cosas. Ahora bien; ¿encuéntranse las Filipinas en las mismas circunstancias de hace tres siglos?

Tienes razón. ¡Calma, muchacho, calma! A fin de semana estaré en la hacienda; iré a ver al niño, a ese pobre chiquillo que está muy delicado, y entonces, delante de , arreglaremos eso. Nada tengo que decirte. Visitaré a tus tías, cuidaré de ellas.... Puedes irte tranquilo. ¡Verás qué bien te va...! ¡Adiós, muchacho; dame un abrazo, y que Dios te bendiga!

Pero los que niegan el principio de causalidad, no pueden responder nada á dicha pregunta; sino que se pasa del no A, al A, absolutamente. Fingen el instante M, en que A no existia; y luego el instante N, en que A existe. ¿Por qué? no alegan razon ninguna: sin saber cómo, ha surgido de la nada el A, sin la accion de nada. Esto es una contradiccion manifiesta.

Es gran bellaquería suponer esa ley obscura y vaga, y forjarse casos terribles, conflictos espantosos entre los sentimientos naturales y el sencillo cumplimiento de un deber. Esto equivaldría á suponer la necesidad de ser un pozo de ciencia y de sentirse capaz de sobrehumanos esfuerzos para ser persona decente. Ya comprendes que esto sería disculpar y dar casi la razón á los tunos.

Por fin, dijo con voz alterada: ¿A González?... ¿Por las narices? ¡Estás loco!... A no me lleva nadie por las narices ... y mucho menos González. Pronunció las últimas palabras con afectado desprecio. Negó a González por la misma razón que San Pedro negó a su Maestro, por el pícaro orgullo. La conciencia le decía que faltaba a la verdad, aunque no cantase el gallo.

717 Y si atienden mis palabras no habrá calabozos llenos; manejense como güenos; no olviden esto jamás; aqui no hay razón de más; mas bien las puse de menos. Quien ha vivido encerrado poco tiene que contar. 719 Lo que les voy adecir ninguno lo ponga en duda: y aunque la cosa es peluda, hare la resolución; es ladino el corazón, pero la lengua no ayuda.