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Llegué diligente a darla la mano, que recibió salvo el guante, aunque por él rayo o nieve me abrasó....» Otras veces se rogaba que se perdonara el guante. Lope de Vega, en el acto I de El Acero de Madrid, hace decir a Lisardo al dar la mano a Belisa, que ha tropezado y caídose en la calle: «Perdone vuesa merced el guanteRojas Zorrilla, en la jorn.

De pronto, como un rayo cae de las nubes, como el tañido arranca del golpe que el badajo da en una campana, se oye un estruendo agudo, agudísimo, formidable; un estruendo que viene á caer encima de nosotros, que parece aplastarnos.

Mira qué oriente. Se puede hacer un alfiler y ponérselo a ella en el pecho, o al Niño. ¡Un rayo! ¡Valiente caso hace la Virgen de perlas y pindonguerías!... Créame á : véndala y dele á los pobres el dinero. Mira , no es mala idea dijo el tacaño guardando la joya. sabes mucho.

742 Una tarde halló una punta de yeguas medio bichocas; despues que voltió unas pocas, las cerdiaba con empeño: yo vide venir al dueño, pero me callé la boca. 743 El hombre venía jurioso y nos cayó como un rayo; se descolgó del caballo revoliando el arriador, y lo cruzó de un lazazo ahi no más a mi tutor.

Bromeaba para alegrar á sus acompañantes, con aquel regocijo de virgen atrevida y dolorosa que iba esparciendo un pálido rayo de sol septentrional por ambulancias y hospitales. Parecía fabricada toda ella con pasta de hostia, frágil, anémica, de una blancura que clareaba á la luz, lo mismo que un cristal turbio.

En fin, para acabar pronto este bosquejo del gran cuadro que sólo puede apreciarse desde aquel punto de vista, si quiso usted recrear la suya en la contemplación de otra belleza más que las naturales, también la hallaría debida a las manos del hombre: vería cruzar su espíritu de fuego tajando el cerro donde estuvo Juliobriga, horadando montañas como el rayo; y siguiendo con la vista su penacho de humo que ondula y desaparece entre los valles, divisaría en la playa el fin de su viaje, Santander.

Deletréase, se cree comprender; luego se os escapa ese rayo de luz y os golpeáis la frente. Los enjambres de abejas, con su fría geometría, no son, ni con mucho, tan significativos. Estas constituyen un producto de la vida; mas, aquello es la misma vida.

El surco está abierto y la simiente en sus entrañas. ¡Germinal! Así gritó un amigo mío de destierro cuando en España vio el último rayo de sol desde el tablado del patíbulo.... Voy a morir, y me creo con derecho al descanso por unos meses.

Luego... nada: una sombra densa, una noche profunda e interminable, sin el más leve destello de visión... Le despertó un rayo de sol que, pasando por una rendija de la ventana, venía a dar en sus ojos. Renació con la luz diurna la blancura de aquellos muros, que parecían sudar durante la noche la sombra y el bárbaro misterio de otros siglos.

Un rayo de sol penetraba en diagonal y entre inquietas motas por la única ventanilla del desván e iluminaba una parte del vacío y triste cuarto. En este rayo de sol vio brillar el cabello de la niña como si estuviera coronada por una aureola de fuego.