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Al pasar la tierra, me reconocí completamente sano de mi anterior enfermedad. La influencia sin duda de aquel hermoso país, el vivo sol, el viaje, el ejercicio, equilibraron al punto las fuerzas de mi cuerpo, y respiraba con desahogo, andaba con soltura, sin sentir malestar alguno en mis heridas. Todo rastro de dolor o debilidad desapareció, y me encontré más fuerte que nunca.

Poco después volvía con las linternas, y el duque y el alcalde examinaban el patinillo. No queda rastro de sangre dijo el duque ; la lluvia la ha lavado. Pero queda la mancha en la alfombra de la habitación, donde sin culpa mía, y sin poderlo yo evitar, ese hombre fué herido, y los rastros en los lugares por donde ha pasado hasta aquí.

La excitación fue tanta que al fin cayó privado de conocimiento, echando espuma por la boca. Recobró al poco rato el sentido; estuvo enfermo algunos días; al cabo curó por completo sin que el ataque hubiese dejado rastro alguno como se temía. La boda de Presentación se realizó sin ningún otro incidente desagradable. Todo volvió a quedar en paz.

Dos meses después Calíbar regresó, vió el rastro ya borrado e imperceptible para otros ojos, y no se habló más del caso. Año y medio después Calíbar marchaba cabizbajo por una calle de los suburbios, entra en una casa y encuentra su montura, ennegrecida ya y casi inutilizada por el uso. ¡Había encontrado el rastro de su raptor después de dos años!

Elisa empezó, pues, a flirtear con el Condesito. Pronto logró enamorarle un poco; pero no era el Condesito de los que se rinden y se esclavizan con facilidad. La flirtation no deja rastro, ni huella, ni señal de la herida, y puede no obstante penetrar en lo profundo del alma y herirla de muerte.

Hablaba como un niño inquieto, sin querer sentarse por más que el silenciario, en cada una de sus evoluciones por la sala, le ofrecía una silla. Iba de un lado a otro con el manteo terciado y la teja en la mano, un pobre sombrero sin rastro de pelo, abollado, con una capa de grasa en las alas, mísero y viejo como la sotana y los zapatos.

Continua su discurso, haciendo mención del lugar donde se encuentran, frente á la estatua de Martí, el más apropiado para celebrar un acto de aquella naturaleza; hace historia de la revolución en Oriente, la cual no debe dejar rastro alguno y termina su discurso con las siguientes palabras: Pero de ese hecho doloroso de nuestra vida nacional del que solo debe quedar el recuerdo de esta inmarcesible gloria se desprende el patriotismo de nuestro Ejército y el patriotismo de nuestro pueblo.

Un domingo por la mañana, Isidro y Feli bajaron al Rastro. La tarde anterior, el joven había hablado con acento de resolución. Feli, de mañana no pasa. Ya es hora de vivir juntos. Estoy harto de que vaguemos por los desmontes como gitanos. Yo trabajo para ti y tenemos derecho a formar nuestro nido. Feliciana dudó un instante. ¿Y su padre?... Pero una mirada de él bastó para vencer su resistencia.

Aquello pasó, dejando como rastro en Leonora una marca de distinción, algo de ese vago ambiente que tienen los objetos hermosos cuando se sabe que han sido usados por personajes históricos.

Lo mismo acaeció esta mañana, lo cual me pesó, como es natural, más que nunca. No vi a Gloria ni rastro de ella. Los miradores seguían con los mismos transparentes de tela fruncida; las ventanas, con las mismas persianas verdes; el patio, en idéntica soledad. Ni una sombra ni el más leve ruido. ¡Qué anhelo, qué curiosidad sentía yo por ver a mi monjita con el vestido de sociedad!