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Miguel evoca con irónica tristeza sus ilusiones y sus deseos concentrados en esta nada, y siente la necesidad de olvidar el cadáver. Sus ojos, que miran hacia dentro, ven la minúscula vegetación, los pintarrajeados insectos, todo lo que la primavera ha puesto sobre una tumba sin nombre. Esto es lo que una vida que se consideró superior á las otras ha dejado como único rastro de su existencia.

Un tal Gabriel Cornejo dijo Montiño dominado por doña Clara. ¿Y quién es ese hombre? dijo doña Clara poseída de un terror instintivo. Montiño se arrepintió de haber pronunciado aquel nombre, y no se atrevió á contestar. ¿Quién es ese hombre? repitió con energía doña Clara. Es... un pobre diablo... un prendero del Rastro... contestó tartamudeando Montiño.

La luna brillaba en toda su plenitud y el camino se destacaba como ancha franja blanca. Nuestras cabalgaduras no habían dejado el menor rastro sobre la tierra endurecida. ¡Ahí están! murmuró Sarto. ¡Es el Duque! Me lo figuraba contestó.

Despertó sobresaltada, creyendo que había ladrones en la casa, y el día claro, con el vacío de la ausencia de Nina, le resultó más triste y solitario que la noche. Según Frasquito, que en esto pensaba cuerdamente, ningún rastro parecía más seguro que informarse de los señores en cuya casa servía Benina de asistenta.

El tío Frasquito corrió primero a la puerta de entrada, a la de comunicación luego, y a la ventana por último, sin encontrar rastro alguno de incendio, con las narices abiertas, olfateando siempre y percibiendo, mientras más se movía de una parte a otra, el alarmante tufo más marcado.

¿Y la reina?... yo no me he atrevido á preguntar... no me he atrevido á hablar... pero el alcázar está tranquilo... ¡oh! ¡si hubiese querido Dios que el golpe se hubiese frustrado!... ¡, , Dios lo habrá querido!... exclamó el cocinero ¡porque Dios no querrá que nos ahorquen inocentes! La horca era el pensamiento fijo de Montiño. ¡Que nos ahorquen! ¡No, no puede ser! se ha perdido el rastro.

Si los indios hubiesen penetrado, conocerán el rastro; y continuando el uno, y regresando el otro, ambos á la disparada, se pondrá en armas la frontera, y reunirán las fuerzas antes que los indios hayan podido consumar el robo; que se les podrá quitar en la misma frontera ó dentro, sin necesidad de irlos siguiendo muchos dias inútilmente, como ha sido preciso hasta aquí.

En el rostro de todas, hasta de Zoraida, había una animación inusitada. Julio escuchaba y casi no tomaba parte en la conversación. Miraba siempre a la que hablaba, pero su actitud se parecía a la de alguien que estuviera completamente solo. Aquella velada terminó con un episodio extraño, que dejó en el espíritu de Adriana un ancho rastro de pena.

Se marcó á lo lejos, en el redondel de sus gemelos, el extremo de un palo negro y derecho que cortaba las aguas, sonrosadas por el alba, dejando un rastro de espuma. ¡Submarino! gritó el capitán. Tòni no dijo nada, pero apartando de un zarpazo al timonel, agarró la rueda, dando al buque otra dirección. El movimiento fué oportuno.

169 No hallé ni rastro del rancho: ¡sólo estaba la tapera! ¡Por cristo si aquello era pa enlutar el corazón! ¡Yo juré en esa ocasión ser mas malo que una fiera! 170 ¡Quién no sentirá lo mesmo cuando ansí padece tanto! Puedo asigurar que el llanto como una mujer largué: ¡ay, mi Dios: si me quedé más triste que jueves santo!