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Nunca la recobraré, aunque vuelva á ver á mi hijo. Estas pruebas rasgan el corazón por toda la vida. Véame usted; estoy encorvada, blanca y arrugada como una octogenaria y no tengo cincuenta años. Ruego al cielo que los que me han proporcionado mi horrible tortura no sufran todo el castigo que merecen...

Parece mentira.... ¡Un chico como un castillo acabar tan pronto...! ¡Ay, cómo me duele ese ronquido...! ¡Cristo! Parece que me rasgan algo aquí, dentro de los pulmones. ¡Señor! ¡Qué justicia! Los carcamales como yo, buenos y sanos, y ese chico que parecía comerse al mundo, camino del cementerio. Hubo una larga pausa. Mujer, ya estarás contenta. Al fin has salido con la tuya.

La torre del reloj, cuadrada, desnuda, monótona, partiendo el edificio en dos cuerpos, y éstos exhibiendo los ventanales con sus bordados pétreos; las portadas que rasgan el robusto paredón, con sus entradas de embudo, compuestas de atrevidos arcos ojivales, entre los que corretean en interminable procesión grotescas figurillas de hombres y animales en todas las posiciones estrambóticas que pudo discurrir la extraviada imaginación de los artistas medievales; en las esquinas, ángeles de pesada y luenga vestidura, diadema bizantina y alas de menudo plumaje, sustentando con visible esfuerzo los escudos de las barras de Aragón y las enroscadas cintas con apretados caracteres góticos de borrosas inscripciones; arriba, en el friso, bajo las gárgolas de espantosa fealdad que se tienden audazmente en el espacio con la muda risa del aquelarre, todos los reyes aragoneses en laureados medallones, con el casco de aletas sobre el perfil enérgico, feroz y barbudo; y rematando la robusta fábrica, en la que alternan los bloques ásperos con los escarolados y encajes del cincel, la apretada rúa de almenas cubiertas con la antigua corona real.

Mina, dominada por la emoción del atardecer, sentía el pecho oprimido. En sus ojos había lágrimas. «¡Ángeles, adiósSólo se habían mostrado por unos instantes, como las visiones de felicidad que rasgan el lienzo gris de nuestra vida. Ellos se marchaban, se perdían en el infinito, lo mismo que ella desaparecería, tal vez muy pronto, tragada por la sombra.