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E impacientemente, rompió los sellos y sacó una gran hoja de papel escrita con letra muy junta, a la cual estaban ligados con un broche varios otros papeles. También cayó algo más del sobre, que yo recogí, y con gran sorpresa me encontré con que era una instantánea muy gastada y rajada, pero que se conservaba por estar adherida a un pedazo de lienzo.

, se la llevan a la Casa de Socorro o al hospital... Pero ¡quia!, no... Suben. ¿Apostamos a que la traen a la botica? Si tiene rajada la cabeza en salva la parte... afirmó Papitos dando a conocer gráficamente las dimensiones de la herida . Y echaba la mar de sangre... que corría por la calle abajo, como corre el agua cuando llueve.

Otra vez, en la montaña, se habían detenido delante de la rajada puerta de una capillita, en cuya cerradura estaba puesta la vieja y mohosa llave; ella trató de abrir con su débil y blanca mano, pero inútilmente, y entonces él dio vuelta a la llave, y en el momento de abrir ante su devota compañera el sagrado lugar, pensaba cuán grande era la secreta fuerza de esa debilidad aparente: la pobre mano se había cansado en vano y parecía tener que renunciar a su intento; pero un musculoso brazo, puesto a su servicio, había vencido por ella el obstáculo.

Y el alegre enjambre transpuso la verja del jardincillo, dirigiéndose a lo que llamaban «la montaña», árida colina, suave hinchazón del terreno, cariada como una muela vieja, rajada y perforada por las excavaciones de las canteras y las minas de greda. El bullicioso escuadrón encaminábase lentamente a un horno de cal que había en la cumbre.

Fué lástima que no tuviéramos el cañón de la cueva del río para saludar con salvas nuestra primera conquista. Luego nos dispusimos a reconocer el barco. El Stella Maris estaba hundido por la proa y levantado por la popa. La cubierta se hallaba rajada a consecuencia de haberse venido abajo los palos y las poleas.

Y Salvatierra, como si olvidase la presencia del gitano y hablara para él mismo, recordó su arrogante salida del presidio, desafiando de nuevo las persecuciones, y su reciente viaje a Cádiz para ver un rincón de tierra, junto a una tapia, entre cruces y lápidas de mármol. ¿Y era aquello todo lo que quedaba del ser que había llenado su pensamiento? ¿Sólo restaba de mamá, de la viejecita bondadosa y dulce como las santas mujeres de las religiones, aquel cuadro de tierra fresca y removida y las margaritas silvestres que nacían en sus bordes? ¿Se había perdido para siempre la llama dulce de sus ojos, el eco de su voz acariciadora, rajada por la vejez, que llamaba con ceceos infantiles a Fernando, a su «querido Fernando»?

El recipiente lo figuraba una granada, grande como la cabeza de un hombre, algo rajada, dejando ver los granos del interior, figurados por enormes cornalinas. La corteza era de oro oxidado é imitaba perfectamente hasta las rugosidades de la fruta.

Me parece que puede haber dos opiniones. , dijo el señor Macey, muy contento con aquel ataque a la juventud presuntuosa , estáis en lo cierto, Tookey; siempre hay dos opiniones: hay la opinión que un hombre tiene de mismo y la opinión que los demás tienen de él. Habría dos opiniones sobre una campana rajada si ésta pudiera oírse a misma.