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Ya no le valió quitarse la venda, pues apenas veía gota, y le daba tanta pena, que se volvió a las tinieblas, en las cuales su único consuelo era recordar las palabras de Golfín y aquella promesa celestial con que se despedía: «Usted verá, usted verá lo que nunca ha visto», queriendo ponderar así la plenitud de la facultad preciosa que estimamos sobre todas las demás de nuestro cuerpo. ¡Ver!... ¿Pero cuándo, Dios poderoso; cuándo, Santa Lucía bendita?

Emma, pálida, desencajada, desgreñada, con diez años, de los que había sabido quitarse de encima, otra vez sobre las fatigadas facciones, abrió los ojos, y lo primero que hizo con ellos fue lanzar un rayo de odio y otro de espanto sobre el atribulado esposo. ¿Qué ha sido, hija mía, qué ha sido?

Sin poder resistir el impulso, Quintanar tomaba el libro, después de quitarse el chaquet de alpaca y quedarse en mangas de camisa: tomaba el libro y leía.... «¡Vuelta al miedo! a la tristeza, a la languidez espiritual. Era en efecto el mundo una lacería, como decía el texto, y sobre todo en el verano. Vetusta era un pueblo moribundo.

El mayor abría los ojos, como si pudiera oír por ellos. El barón cerraba los suyos. El coronel bostezaba. Sir John se aprovechó de aquel intervalo para quitarse el lente y frotarlo con el pañuelo. Rafael se escapó al jardín para echar un cigarro. Stein tocó sin floreos ni afectación el ritornelo de Casta Diva.

En América se vivía antes de la libertad como la llama que tiene mucha carga encima. Era necesario quitarse la carga, o morir. Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz.

Sánchez, que a pesar de su temperamento meditabundo y soñador no olvidaba ningún pormenor interesante, había contratado el día antes un piano mecánico. No fue obstáculo el calor para que aquella juventud florida se pusiese inmediatamente a bailar con frenesí. Un caballero tuvo la ocurrencia de quitarse la levita; los demás le imitaron.

Por no echar la soga tras el caldero, la triste se esforzó y cumplió la sentencia; y por evitar peligro y quitarse de malas lenguas, se fue a servir a los que al presente vivían en el mesón de la Solana; y allí, padeciendo mil importunidades, se acabó de criar mi hermanico hasta que supo andar, y a hasta ser buen mozuelo, que iba a los huéspedes por vino y candelas y por lo demás que me mandaban.

No encontrando nada mejor, se pone a hablar de los zapatos de baile, para sondear al mismo tiempo las intenciones de Martín. Este no opone objeción alguna; es preciso que Gertrudis se haga tomar las medidas inmediatamente; y, como la joven se niega a quitarse el zapato en presencia de Juan, éste la llama «remilgadaLa joven se ofende, se pone a llorar y sale.

Uno de los obreros levantó la vista y le clavó una mirada indefinible de odio y desprecio. Cuando el mueble estuvo en su sitio, el duque mandó enganchar y se dirigió a sus habitaciones a quitarse el polvo. Poco después bajaba por la gran escalinata del jardín y montaba en coche, dando orden que le condujesen al hotel de su querida.

Pero, aunque la cosa era insignificante, podría parecer un tanto extraña y ni aún quizás lograría hacérselo aceptar... Pensando en ello, comenzó lentamente a quitarse la cadena que llevaba pendiente del chaleco y con nerviosidad la hacía saltar entre sus dedos.