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No, no se podría querer más, Julio, no existe dicha comparable a esta mía. A veces tengo miedo, se me ocurre que algo ha de sobrevenir para dañarnos, para deshacer toda esta trama de ilusión. Cuando estoy sola, en casa, siento impulsos de correr a buscarlo y sentirme suya y rechazar ese algo que podría quitarnos la dicha que quiero. Y ahora, Julio, aguárdeme aquí con ellas.

Yo, además, que soy padre intendente, habilitado por la Junta Suprema de Vitoria, en nombre de Su Majestad el Emperador Carlos V, y el padre administrador de correos que está ahí aguardando el correo de Madrid, para despacharlo a su modo, y el padre capitán del resguardo, y el padre gobierno que está allí durmiendo en aquel rincón, por quitarnos de quebraderos de cabeza con la Francia, quedamos fiadores de la conducta de catolicismo de ustedes; y como no somos capaces de robar a nadie, tome usted, señor Fernández, sus tres mil reales en esas doce onzas de oro, que es la cuenta cabal: y se las dio el padre efectivamente.

Y sin hacer caso de las observaciones del doctor, la Nela, firme en su puesto como lo estaba en su tema, pronunció solemnemente esta sentencia: No debe haber cosas feas.... Ninguna cosa fea debe vivir. Pues mira, hijita, si todos los feos tuviéramos la obligación de quitarnos de en medio, ¡cuán despoblado se quedaría el mundo! ¡Pobre y desgraciada tontuela! Esa idea que me has dicho no es nueva.

FERRANDO. Y que está tan enamorada de aquel trovador que en tiempos de antaño venía a quitarnos el sueño por la noche con su cántico sempiterno. GUZMÁN. Y que viene todavía. JIMENO. ¿Cómo! ¿Pues no dicen que está con el Conde de Urgel, que en mala hora naciera, ayudándole a conquistar la corona de Aragón? GUZMÁN. Pues a pesar de eso...

Esos viajes y esas lecturas te han trastornado. Al principio me indignaba, creyéndote de los que desean una revolución para quitarnos lo poco que nos queda y proclamar a la pendanga de la República, suprimiendo el presupuesto eclesiástico. Pero veo que vas más allá; con nada te conformas, todo te parece pésimo... y esto me hace gracia. No eres enemigo terrible, porque tiras de muy lejos.

Si vierais lo ridículos que estáis con ese caparazón de barro, negro como el de un cangrejo, no os pondríais a reñir. Dimos vuelta a la punta arenosa en que nos encontrábamos, y llegamos a una playa en donde el agua estaba limpia. Nos lavamos lo mejor que pudimos, frotándonos con manojos de hierbas para quitarnos la capa de grasa y barro que nos cubría, y nos pusimos la ropa.

A fin de quitarnos de encima tan insufrible carga, ¿no hubiera sido conveniente, ó no lo sería en lo futuro, ganar la voluntad de las primeras potencias coloniales de Europa, celebrar tratos y concertarse de algún modo con ellas? Cualquiera promesa, cualquiera sacrificio que hiciésemos, sería mucho menor que los sacrificios que estamos haciendo hoy y que tendremos que hacer en adelante.

Miraba fijamente hácia un punto, miraba sin pestañear, como miran las momias ó los esqueletos. Esto quiere decir que no miraba á ninguna parte, lo cual quiere decir tambien que una idea poderosa tenia embargada su imaginacion. Hay ciertas pasiones que, sin quitarnos el movimiento, nos ponen enteramente paralíticos. Estirando mucho la retórica, tal vez podria decirse que son parálisis del corazon.

Pero, aunque se llenaran de capullos de seda, sepa, señor mío, que no he de pelear: peleen nuestros amos, y allá se lo hayan, y bebamos y vivamos nosotros, que el tiempo tiene cuidado de quitarnos las vidas, sin que andemos buscando apetites para que se acaben antes de llegar su sazón y término y que se cayan de maduras. -Con todo -replicó el del Bosque-, hemos de pelear siquiera media hora.

Tienen ahora unas reuniones secretas, sin duda con objeto de fraguar algún complot para quitarnos la poca libertad que tenemos. Por una casualidad se ha descubierto que algunos ministros y diputados de los más influyentes de la mayoría se reúnen en una casa de la plaza de Afligidos. ¿Pero es cierto? dijo Lázaro, procurando disimular su turbación. ; no quién lo ha descubierto.